17 de abril de 2013

El Vacío de la Gran Ciudad - Parte I


Los días comenzaban siempre temprano para Mark. El chico acudía al instituto cada día y esto le obligaba a despertar a las ocho de la mañana. Los quince años le estaban resultando bastante duros. No era de los más populares del instituto, de hecho apenas sabían de su existencia más gente que su grupo de amigos. Seguramente fuese por su ligero sobrepeso, por las gafas, por su piel pálida llena de pecas o por ese pelo rojo que él tanto odiaba. Fuese cual fuese la razón, en el Nueva York de 2012 ese aspecto no era el más aceptado por los adolescentes.

La noche anterior se había dormido viendo una película en el ordenador y al despertar le dolía una de las orejas por culpa de los auriculares. Nada más despertar se los quitó y encendió el ordenador, que había quedado en suspensión. Miró Facebook y Twitter, como siempre no había ningún mensaje para él. Eso no era raro, no solía recibir mensaje alguno, lo raro era que parecía que nadie había publicado nada en ninguno de los dos lugares, los timeline de ambas redes sociales estaban inactivos desde hacía unas cinco horas. El ceño fruncido de Mark denotaba lo extraño que eso era, pero no le dio mayor importancia y apagó el ordenador.

Tras ponerse la ropa para ir al colegio miró que todo estuviese en su mochila antes de abandonar su habitación. La casa estaba silenciosa, no se escuchaba el sonido de la televisión, ni de sus padres hablando. No se oían los sonidos típicos que se escuchan cuando una familia está  desayunando.

- ¿Mamá? ¿Papá? – llamó Mark, sin obtener respuesta. No se puso nervioso, no era la primera vez que sus padres se iban a trabajar antes de que él se despertase. Llegó a la cocina y vio que el desayuno ni siquiera estaba preparado para él, debían haber salido con mucha prisa aquel día.

Se preparó un desayuno simple de tostadas con mermelada y un vaso de leche y encendió la televisión… Fue pasando los canales uno a uno, pero en ninguno aparecía nada. Platós vacíos, estadios sin gente y teletienda era lo único que aparecía en la programación.

- ¿Qué diablos pasa? – dijo Mark para sí mismo mientras se levantaba sin terminar aún su desayuno. Recogió su mochila y salió de su casa en dirección al instituto.

La calle estaban vacías, ni una sola persona caminaba por aquella zona, ni un automóvil circulaba por la carretera. Parecía que todo el mundo hubiese desaparecido, todos menos él. Dejó caer su mochila tras él en la puerta de su casa y comenzó a correr. La ansiedad se estaba adueñando de su mente, el nerviosismo cada vez era mayor y no sabía qué hacer, ni a dónde ir. Empezó a gritar, empezó a buscar por todas partes una sola persona, pero sólo estaba él. Sus padres había desaparecido, sus pocos amigos no estaban. Se dejó caer al suelo de rodillas y empezó a llorar.

- Chico, ¡chico! – escuchó a su izquierda y levantó la mirada. Un hombre de unos treinta años le llamaba desde un callejón. Llevaba su pelo castaño con una melena por los hombros y sus ojos grises invitaban a confiar en él. Mark siempre había escuchado de sus padres que nunca debía acercarse a un extraño, pero dadas las circunstancias concluyó no tenía más opciones.

- ¿Qué está pasando? ¿Dónde está todo el mundo? – preguntó Mark al desconocido, el nerviosismo y la angustia era notable en su voz.

- No lo sé, no lo tengo claro. Algo nos ha atacado, no sé si serán los rusos, los coreanos o qué coño nos ataca, pero de repente toda la gente desapareció. Eres la primera persona que veo desde esta madrugada. - contestó el hombre, con voz grave y serena. – Por cierto, mi nombre es James. – extendió la mano para presentarse.

- Yo soy Mark. – contestó con timidez el chico tomando la mano del hombre con educación. - ¿Están todos muertos? – preguntó con lágrimas en los ojos.

- No lo sé, chico, no sé qué ha sido de ellos. No hay cuerpos por la calle, no parece haber víctimas. Parecen haber desaparecido. – Mark miró al suelo con preocupación y James le puso una mano sobre su hombro – tranquilo, chaval, conseguiremos saber qué es lo que pasa aquí y los traeremos de vuelta. – le dijo intentando darle ánimos, aunque ni siquiera él estaba seguro de que eso fuese a ser así. – Movámonos, no sé si será seguro quedarnos quietos en un lugar. – Mark asintió y comenzaron a moverse sin caminar por ninguna calle principal, James parecía temer que pudiesen observarles si se mostraban en una zona abierta.

- Fue como un fogonazo, ¿sabes? – dijo, explicándole a Mark lo que había pasado. – yo estaba durmiendo y ese fogonazo me despertó. Pensé que había sido un rayo, el ruido de una tormenta, pero al mirar por la ventana vi que no había nadie por la calle, no podía dormir así que fui a la tele... En las televisiones de noticias sólo se veía una imagen fija del plató y en Internet todo parecía parado. – Mark recordó que esa misma mañana a él le había pasado lo mismo al mirar su ordenador y al intentar ver la tele, pero no quiso comentarlo.

- Quedaos donde estáis. - dijo una voz femenina a la espalda de los chicos.

3 comentarios:

  1. edfgdrghfhfdfhdgfdfjhfg este relato me encanta, de verdad, lo leí entero cuando me lo enseñaste y se convirtió en uno de mis preferidos xDD Las dos partes son geniales (Y EN ESTA VA Y LO DEJAS CUANDO SE PONE INTERESANTE XD), lo digo en serio ò.ó Es una idea que nunca he escuchado, menuda imaginación xD
    fgdfgdfhdghd Sigue así :3

    ¡Besos gigantes, María! :3

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  2. Oh, oh, eso me pasó a mí antesdeayer, pero la explicación era más sencilla: mis padres se habían ido de viaje y no lo recordaba. Ja. Ja.
    x) En fin, creo que eso me ha hecho meterme más en el relato y lo has dejado muy interesante. Quiero la segunda parte pronto. n.n

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  3. Oh. La verdad es que no sé por qué no comenté (en ninguna de las dos partes) cuando leí esto. Lo acabo de releer y sin duda he tenido que hacerlo.

    Siempre es un placer leerte, sinceramente. Eres uno de los pocos escritores que hay por este mundillo que me llega al corazón. Y eso se agradece. Mucho.

    Besos,
    HTR.

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