Nueve de la noche, el viento se mueve helador en la ciudad de Madrid.
Lucía camina con prisa por la calle, acortando para llegar lo más pronto
posible a su casa, han pasado ya dos horas desde que ha salido de trabajar. Sus
compañeros le habían propuesto ir a tomar algo a un bar cercano a la oficina.
En un principio se había negado argumentando que su marido estaría esperándola
en casa, que sus hijos aguardaban para cenar, pero finalmente consiguieron
convencerla.
Sabe que ha cometido un error, su obligación es volver a casa con su
familia en cuanto sale del trabajo, no tiene tiempo para entretenerse con
tonterías. Lo ha pasado bien, claro que lo ha pasado bien, pero ha tenido en
todo momento ese sentimiento de culpabilidad inherente a la situación en la que
se encontraba, esa sensación provocada por lo que él le había dicho durante los
años que llevaban juntos…
Tiembla. Tiene miedo cuando introduce la llave en la cerradura de la
puerta de su hogar, sabe que su marido está al otro lado esperándola, puede ver
en su mente su gesto serio y autoritario. Traga saliva antes de abrir la puerta
y entrar en casa.
- ¿Te parece normal llegar a estas horas? – pregunta él en cuanto
cierra la puerta, notablemente enfadado. Está parado frente a la puerta, con
los brazos cruzados en el pecho y un gesto que da miedo con solo mirarlo.
- Isma, por favor… Son sólo las nueve… - responde ella con voz débil y
apagada, sin ninguna confianza. Hace tiempo que la perdió.
- Sólo son las nueve –
repite Ismael de forma burlona – encima intentas justificarte… ¡Debería darte
vergüenza! – niega con la cabeza con notable decepción – He tenido que hacerles
yo la cena a los niños, ¿acaso eso está bien? Yo preocupándome por esta familia
mientras tú estás de fiesta con tus amigos…
- en ese momento suelta la mano impactando contra la mejilla de ella.
Lucía siente su mejilla arder, las lágrimas quieren escapar de sus
ojos, pero intenta reprimirlas para que él no la vea llorar.
- Sabes que lo mereces, eres una irresponsable – argumenta Ismael. –
Con todo lo que hago yo por ti, doy mi vida por ti y por los niños… y me lo
pagas así. Debería irme… Coger a los niños y largarme para siempre.
- No, mis hijos no…
-Ah, ¿ahora piensas en ellos? – pregunta tras soltar una risa irónica
– sabes que no me gusta pegarte, no quiero hacerlo… Pero no me dejas otra
opción, cariño, si fueses un poco más responsable… - dice acariciándola – No
hay nadie que te quiera más que yo, Lucía, ni lo habrá… Pase lo que pase…
Recuérdalo…
Uff menudo relato, he llegado a sentir ese miedo que tiene Lucía al entrar en su casa... Brr Pobre, y que cabrón Ismael :x El relato me ha gustado, pero es triste saber que cosas así ocurren de verdad...
ResponderEliminarY ENCIMA LO DEJAS AHÍ, PARA QUE NO SEPAMOS LO QUE PASARÁ D:
¡Besos gigantes, María!
TÍO, ¿POR QUÉ UTILIZAS EL NOMBRE DE MI PADRE Y MI HERMANO? ASÍ NO LO VISUALIZO COMO MALA PERSONA (?) XDDD
ResponderEliminarAhora en serio, me ha gustado mucho :) En clase de escritura creativa hubo un relato parecido, de violencia de género, y brrrr... Como dice María, qué triste saber que esto será el pan de cada día de muchas mujeres...
¡Un abrrrrrrrazo! <3
Siento por haber tardado en leerlo, pero aquí estoy!!
ResponderEliminarMe parece que te ha quedado muy bien, duro, pero no puede ser de otra forma tratando sobre los malostratos.
Sigue así^^
buenisimo esta ne ha gustado representa muy bien la realidad de los casos de violencia de genero y mas el final con esa frase No hay nadie que te quiera mas que yo, Lucia ni lo habrá... pase lo que pase recuerdalo.. mis felicutaciones y que sigas adelante!!!
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