Los días comenzaban siempre temprano para Mark. El chico
acudía al instituto cada día y esto le obligaba a despertar a las ocho de la
mañana. Los quince años le estaban resultando bastante duros. No era de los más
populares del instituto, de hecho apenas sabían de su existencia más gente que
su grupo de amigos. Seguramente fuese por su ligero sobrepeso, por las gafas,
por su piel pálida llena de pecas o por ese pelo rojo que él tanto odiaba.
Fuese cual fuese la razón, en el Nueva York de 2012 ese aspecto no era el más
aceptado por los adolescentes.
La noche anterior se había dormido viendo una película en
el ordenador y al despertar le dolía una de las orejas por culpa de los
auriculares. Nada más despertar se los quitó y encendió el ordenador, que había
quedado en suspensión. Miró Facebook y Twitter, como siempre no había ningún
mensaje para él. Eso no era raro, no solía recibir mensaje alguno, lo raro era
que parecía que nadie había publicado nada en ninguno de los dos lugares, los timeline de ambas redes sociales estaban
inactivos desde hacía unas cinco horas. El ceño fruncido de Mark denotaba lo
extraño que eso era, pero no le dio mayor importancia y apagó el ordenador.
Tras ponerse la ropa para ir al colegio miró que todo
estuviese en su mochila antes de abandonar su habitación. La casa estaba
silenciosa, no se escuchaba el sonido de la televisión, ni de sus padres
hablando. No se oían los sonidos típicos que se escuchan cuando una familia
está desayunando.
- ¿Mamá? ¿Papá? – llamó Mark, sin obtener respuesta. No se
puso nervioso, no era la primera vez que sus padres se iban a trabajar antes de
que él se despertase. Llegó a la cocina y vio que el desayuno ni siquiera
estaba preparado para él, debían haber salido con mucha prisa aquel día.
Se preparó un desayuno simple de tostadas con mermelada y
un vaso de leche y encendió la televisión… Fue pasando los canales uno a uno,
pero en ninguno aparecía nada. Platós vacíos, estadios sin gente y teletienda
era lo único que aparecía en la programación.
- ¿Qué diablos pasa? – dijo Mark para sí mismo mientras se
levantaba sin terminar aún su desayuno. Recogió su mochila y salió de su casa
en dirección al instituto.
La calle estaban vacías, ni una sola persona caminaba por
aquella zona, ni un automóvil circulaba por la carretera. Parecía que todo el
mundo hubiese desaparecido, todos menos él. Dejó caer su mochila tras él en la
puerta de su casa y comenzó a correr. La ansiedad se estaba adueñando de su
mente, el nerviosismo cada vez era mayor y no sabía qué hacer, ni a dónde ir.
Empezó a gritar, empezó a buscar por todas partes una sola persona, pero sólo
estaba él. Sus padres había desaparecido, sus pocos amigos no estaban. Se dejó
caer al suelo de rodillas y empezó a llorar.
- Chico, ¡chico! – escuchó a su izquierda y levantó la
mirada. Un hombre de unos treinta años le llamaba desde un callejón. Llevaba su
pelo castaño con una melena por los hombros y sus ojos grises invitaban a
confiar en él. Mark siempre había escuchado de sus padres que nunca debía
acercarse a un extraño, pero dadas las circunstancias concluyó no tenía más
opciones.
- ¿Qué está pasando? ¿Dónde está todo el mundo? – preguntó
Mark al desconocido, el nerviosismo y la angustia era notable en su voz.
- No lo sé, no lo tengo claro. Algo nos ha atacado, no sé
si serán los rusos, los coreanos o qué coño nos ataca, pero de repente toda la
gente desapareció. Eres la primera persona que veo desde esta madrugada. -
contestó el hombre, con voz grave y serena. – Por cierto, mi nombre es James. –
extendió la mano para presentarse.
- Yo soy Mark. – contestó con timidez el chico tomando la
mano del hombre con educación. - ¿Están todos muertos? – preguntó con lágrimas
en los ojos.
- No lo sé, chico, no sé qué ha sido de ellos. No hay
cuerpos por la calle, no parece haber víctimas. Parecen haber desaparecido. –
Mark miró al suelo con preocupación y James le puso una mano sobre su hombro –
tranquilo, chaval, conseguiremos saber qué es lo que pasa aquí y los traeremos
de vuelta. – le dijo intentando darle ánimos, aunque ni siquiera él estaba
seguro de que eso fuese a ser así. – Movámonos, no sé si será seguro quedarnos
quietos en un lugar. – Mark asintió y comenzaron a moverse sin caminar por
ninguna calle principal, James parecía temer que pudiesen observarles si se
mostraban en una zona abierta.
- Fue como un fogonazo, ¿sabes? – dijo, explicándole a
Mark lo que había pasado. – yo estaba durmiendo y ese fogonazo me despertó.
Pensé que había sido un rayo, el ruido de una tormenta, pero al mirar por la
ventana vi que no había nadie por la calle, no podía dormir así que fui a la
tele... En las televisiones de noticias sólo se veía una imagen fija del plató
y en Internet todo parecía parado. – Mark recordó que esa misma mañana a él le
había pasado lo mismo al mirar su ordenador y al intentar ver la tele, pero no
quiso comentarlo.
edfgdrghfhfdfhdgfdfjhfg este relato me encanta, de verdad, lo leí entero cuando me lo enseñaste y se convirtió en uno de mis preferidos xDD Las dos partes son geniales (Y EN ESTA VA Y LO DEJAS CUANDO SE PONE INTERESANTE XD), lo digo en serio ò.ó Es una idea que nunca he escuchado, menuda imaginación xD
ResponderEliminarfgdfgdfhdghd Sigue así :3
¡Besos gigantes, María! :3
Oh, oh, eso me pasó a mí antesdeayer, pero la explicación era más sencilla: mis padres se habían ido de viaje y no lo recordaba. Ja. Ja.
ResponderEliminarx) En fin, creo que eso me ha hecho meterme más en el relato y lo has dejado muy interesante. Quiero la segunda parte pronto. n.n
Oh. La verdad es que no sé por qué no comenté (en ninguna de las dos partes) cuando leí esto. Lo acabo de releer y sin duda he tenido que hacerlo.
ResponderEliminarSiempre es un placer leerte, sinceramente. Eres uno de los pocos escritores que hay por este mundillo que me llega al corazón. Y eso se agradece. Mucho.
Besos,
HTR.