- ¡Jon! – oigo a mi espalda. Una sonrisa se dibuja en mi rostro y me
giro para mirarla. Pone un mechón de su rojizo pelo tras su oreja con su mano
de blanquecina piel. Sus verdes ojos vuelven a dejarme sin palabras y su olor,
dulce, me embelesa en el momento en que me abraza y me da dos besos. Cierro los
ojos y me imagino otra escena, un lugar en el que los dos estamos solos, un
lugar donde no hay coches, edificios o gente alrededor. Árboles, pájaros que
cantan y el resto… El resto es silencio. Me imagino acariciando su rostro,
diciéndole lo que siento, apartando yo el mechón de pelo que le cae sobre el
rostro y dejándolo tras su oreja.
Hace ya meses que la conozco, meses desde aquella primera vez en la
que me vio en Facebook y me agregó pensando que podría tener un nuevo amigo.
Pronto conectamos, desde entonces hemos hablado casi cada día, me ha contado
todos sus problemas, le he ayudado a solucionarlos siempre que he podido. He
estado enamorado de ella casi desde el principio de nuestra amistad, es una chica
preciosa con una personalidad que no he encontrado en nadie más. Es cariñosa
sin excesos, es comprensiva con sus compañeros y amistades y… huele muy bien.
Muchas veces me he imaginado confesándole mis sentimientos, diciéndole
que la quiero y que me gustaría estar con ella, pero tengo miedo. Me aterra
pensar que si le digo eso se esfume todo lo que tenemos, me aterra pensar que
tal vez pueda asustarse al saber la verdad y que deje de hablarme.
Sé que es una estupidez pensar eso, si realmente me quiere como amigo
lo debería entender y deberíamos seguir siendo amigos como lo hemos sido hasta
ahora, nada debería cambiar entre nosotros si nuestra amistad es real, pero ese
miedo sigue dentro de mí y no puedo evitarlo, es superior a mí.
- ¿Te pasa algo, Jon? Te veo muy pensativo. – dice ella mirándome de
reojo y me vuelve a sonreír. Llevamos ya un rato paseando por Bilbao y
charlando de cosas sin sentido, bromeando. Relajados. Es un juego que siempre
hacemos, no tenemos siempre charlas serias. Nos gusta decir tonterías, reírnos
de cualquier cosa y mirarnos a los ojos. Bueno, eso es algo que me gusta hacer
a mí, no sé si es recíproco.
Después de un rato paseando nos sentamos en uno de los bancos del
paseo de la ría, la gente pasa alrededor sin mirar a ningún lado, cada uno
parece vivir sin pensar en lo que tiene alrededor, parecen evadidos de la
realidad, evadidos de lo que les rodea. Lanzo un sonoro suspiro, más audible de
lo que hubiese esperado y ella se gira para mirarme.
- ¿Estás bien? – me quedo mirándola a los ojos, sus ojos que siempre
me relajan y ahora me están poniendo más nervioso. Mis palabras quieren salir.
- ¿Sabes qué es lo que quiero? – pregunto yo como respuesta. Ella me
mira expectante. – Quiero besarte.
Hala, que bonitoooooooo. Me ha gustado el final, aunque nos deja con la cosa de qué dirá la chica, o quizá lo dejas ahí para que nosotros le demos el final que queramos, no sé xDD en cualquier caso, me ha gustado :33
ResponderEliminar¡Besos gigantes, María!
Quiero un final e.e
ResponderEliminarNah, en realidad me ha gustado mucho, la tensión del argumento se mantiene hasta el final sin aburrir y la última frase es muy contundente y te deja buen sabor de boca.
Voy a ver si saco tiempo para leerme alguna de esas historias con partes (: