Ves la sangre cayendo por tus brazos. Sonríes. El trabajo está hecho y
todo salió mejor de lo que esperabas, más calmado
y fácil de lo que esperabas. Alzas la mirada y le ves ahí. Sigue colgando
de una soga atada a una viga del techo, con sus muñecas atadas a la cuerda. Ves
su mirada, ahora vacía, y que poco antes mostraba miedo, desesperación...
Incluso sorpresa. Habías conseguido su confianza, todo estaba en el plan,
habías salido a tomar cañas con él, incluso habías estado en su casa,
compartiendo momentos con su mujer y con sus hijos, pero todo eso ya acabó.
Éste es el final de esta función, pero también significa el principio de otra
nueva. Cuando una historia acaba, otra está a punto de empezar. Tienes la ropa
cubierta de sangre, esa ropa que usas sólo para momentos especiales y éste, sin
duda, es uno de los momentos más especiales de tu vida.
Te acercas a él. "Lo pasamos bien", le dices. "Tu mujer
es un encanto, supongo que tendré que pasar a darle la noticia. Seguro que lo
entenderá." Él permanece ahí, quieto, mirándote con esos mismos ojos
vacíos, esos ojos que no podían creerse lo que estabas haciendo. Pasas un dedo
por su piel, acariciando desde su mejilla hasta su cintura, notando cada una de
las heridas que has provocado por su pecho desnudo, de las cuales aún mana
sangre, sangre que ahora vuelve a correr por tu brazo. Te encanta esa
sensación, siempre te ha encantado, desde aquella primera vez cuando apenas
tenías quince años. La calidez de la sangre humana sobre la piel no es
comparable con ninguna otra, ni siquiera al calor del sexo. Y el placer que has
sentido al hacerlo, mucha preparación y cuidado para llegar a este momento
cumbre en el que todo llega a su final.
Te alejas de él y vas a una esquina de ese cuarto. Apagas las luces de
los focos y te acercas a la cámara, necesitas asegurarte de que todo está
grabado. Sabes que ha sido una obra maestra, pero quieres asegurarte de ver tus
fallos para que la próxima sea aún mejor, sabes que puedes mejorar, sabes que
todo se puede mejorar y te gusta superarte en cada una de tus obras.
Vuelves a sonreír al ver la grabación, los gritos del hombre. Pedía
ayuda, aún sabiendo que nadie podía escucharle ahí. No tendrías nunca un error
tan estúpido. Le escuchas pidiendo una razón, le escuchas pidiendo piedad,
incluso utilizando a sus propios hijos como escudo, diciéndote que no les dejes
huérfano. "No te preocupes por eso", le dices alzando la mirada hacia
él, "pronto se reunirán contigo, es mentira eso que dicen de que las
segundas partes no son buenas." Le muestras una amistosa sonrisa, al fin y
al cabo ha sido tu amigo durante los últimos meses. Vuelves a centrar tu mirada
en la grabación, la luz ha sido perfecta, se veía la sangre manar como tú habías
planeado. Apagas la cámara y la guardas en su bolsa, ya es la hora de irse. Te
limpias los dedos con la lengua, disfrutando con el metálico sabor de la
sangre, no va a ser lo único que vas a saborear de ese hombre, desde luego,
pero eso será más tarde. Todavía está caliente.
Terminas de limpiarte las manos y los brazos y subes por las
escaleras.
Todo ha terminado.
Todo está en calma.
Dios, qué hombre más loco o.o
ResponderEliminarPobre hombre que ha muerto D: Y ay, que cosa me entra cuando pienso que también quiere matar a sus hijos.
Me ha recordado a CSI, Mentes criminales y esas cosas xDDDDDD
Por cierto, me gusta mucho eso de que lo hayas escrito en segunda persona :3 Creo que deberías escribir más cosas en esa persona ò.ó Me gusta xD
¡Besos gigantes, Maríaa!
Que sepas que me ha encantado. En serio. Es el relato tuyo que más me ha gustado de todos los que he leído, sin bromas. Queda genial, genial, genial, la narración en segunda persona, y más con un relato como este. No he podido despegar los ojos de la pantalla.
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