10 de julio de 1971, el undécimo cumpleaños de Antonin Dolohov. El
chico madrugó aquel día, quería disfrutarlo desde el principio hasta el final,
no perderse ni un solo segundo de ese día que era especial para él. El que
cumpliese once años marcaba el final de su infancia, el inicio de su nueva
vida, pues ésta es la edad que debes cumplir para poder acceder al Colegio
Hogwarts de Magia y Hechicería. Llevaba todo el año excitado por esta certeza,
había obligado a sus padres a ir al Callejón Diagon en marzo para comprar todo
lo que necesitaría en su estancia en el colegio, tanto cosas obligatorias como
otros añadidos especiales que él quería. Desde que había comprado su túnica,
sombrero y varita nueva para ir a Hogwarts no se separaba en ningún momento de
estos complementos. Cada día lo vivía como si estuviese en el colegio; se
imaginaba metiéndose con algunos Gryffindor, asistiendo a alguna clase o
echando alguna de las maldiciones imperdonables a sus enemigos, estaba seguro
de que poco tardaría en tenerlos, la envidia es muy mala.
Su madre, Lyra, entró para felicitarle por su cumpleaños, junto a él
llegaba el elfo doméstico que traía el desayuno a la cama, era tradición en la
mansión de los Dolohov el tomar el desayuno en la cama en sus respectivos
cumpleaños. Su padre, Eric, había marchado pronto a trabajar en el ministerio,
por lo que no podría felicitarle hasta la fiesta de esa tarde. Termina
rápidamente su desayuno y baja al salón del hogar, donde le aguardan algunos
paquetes de regalo comprados por sus padres. Va abriendo uno a uno, pero sólo
le resulta lo suficientemente agradable la escoba que le regalan; “es el último
modelo, el señor de la tienda nos dijo que es la más rápida y ágil del
mercado”.
Alguna vez se había imaginado Antonin siendo una estrella del
Quidditch, jugar en la liga inglesa y ser aclamado por miles de personas. Para
ser sinceros, no se le daba mal el vuelo, pero fallaba bastante a la hora de
agarrar las quaffles con las que jugaban su padre y él en el jardín trasero de
casa.
Antonin se pasó la mañana jugando con su nueva escoba. Daba vueltas alrededor
del jardín y probaba a manejarla a diferentes velocidades, realizando
peligrosos giros que hacían que su madre se quedase sin aliento en alguna de
ellas, ya que pensaba que su hijo acabaría cayendo al suelo.
El elfo doméstico les preparó un buen banquete para la comida para
conmemorar el cumpleaños del chico, cosa que él agradeció lanzándole uno de los
huesos que le quedaban como restos a la cabeza, acompañando ese gesto con unas
bonitas palabras sobre su inferioridad como elfo y añadiendo que ese hueso
sería lo más valioso que podría llevarse a la boca en toda su vida.
Rápidamente llegó la tarde y el momento en el que la fiesta tenía que
empezar estaba cerca. Lyra le ordenó que subiese a su habitación para prepararse
y él se dirigió hacia allí. Empezó a revolver en el armario hasta que encontró
una túnica de gala que le parecía apropiada para esta celebración. Se la puso y
se miró en el espejo. Los azules ojos del chico, acompañados por esa sonrisa
torcida, le conferían un aspecto un tanto frío, como si estuviese preparado
para hacer alguna travesura en cualquier momento. Le gustaba llevar el pelo
algo despeinado, por estética, pero en esta ocasión se lo peinó un poco para
que pareciese algo más arreglado, la ocasión lo merecía.
A las cuatro y media de la tarde y sin ningún retraso comenzaron a
llegar los invitados. Siempre que los Dolohov tenían algo que celebrar
organizaban una gran fiesta en la mansión. A la misma acudían importantes
personalidades del mundo mágico e incluso se rumoreaba que este año acudiría
hasta el mismísimo Ministro de Magia, esto define la importancia de la familia
Dolohov dentro del mundo mágico, sobre todo entre los defensores de la pureza
de la sangre.
- Buenas tardes, señor y señora Black, ¿cómo está vuestro hijo
pequeño? Dicen que os está saliendo rebelde… - comenta Antonin a uno de los
recién llegados, es por todos sabido que el joven Sirius Black parece bastante
contrario al pensamiento de sus padres, alguna vez les había humillado en
alguna celebración del pasado, por eso ya no le llevaban a esos actos. Sin
embargo, Regulus sí había acudido a la fiesta, Antonin decidió que más tarde le
buscaría para charlar sobre cómo está Hogwarts en estos momentos y pedirle
consejo de cara a su primer año en el colegio.
- ¡Señor y señora Hastings! ¿Cómo están? – dijo acercándose a una
pareja que rondarían los 50 años. – me cuentan que vuestro hijo sigue con
aquella sangre sucia, ¿es cierto? Seguro que sois muy felices en las comidas
familiares, ¿no estáis orgullosos de él? – después de decir esto Antonin se
alejó de ellos sin darles posibilidad de replicar. Éste era uno de los
pasatiempos favoritos de Antonin. Conocía muchos secretos de mucha gente
conocida gracias a los buenos contactos que tenían sus padres, por lo que los
usaba contra la gente para hacerles rabiar o para que sepan que por esos
secretos se encuentran en inferioridad moral cuando están frente a él. Antonin
consideraba a su familia como la más importante en la comunidad mágica, el
resto de familias tenían algún agujero que intentaban tapar, alguna mancha que
intentaban limpiar, pero que siempre volvía a aparecer. Sin embargo, en la
familia Dolohov no había habido ningún problema de este tipo hasta el momento y
Antonin tenía claro que no iba a ser el primero en manchar su apellido.
‘Dolohov’ tenía que ser recordado siempre por su lealtad y su lucha por la
pureza de sangre y tenía que ser temido por aquellos que se les enfrentasen.
Finalmente Antonin se acercó hacia la posición en la que estaba
Regulus. El mayor de los Black tenía un aspecto imponente, se veía fácilmente
que era la clase de persona que querían sus padres que fuese y que había ganado
con el tiempo el respeto de todos sus amigos. Sería una buena ayuda dentro del
colegio si todo iba con Antonin esperaba.
- Así que tu undécimo cumpleaños. – dijo Regulus al ver llegar a
Antonin. El mayor de ellos tiene en su mano un vaso con algún tipo de bebida. –
El año que viene te veré por Hogwarts. Espero verte por Slytherin, serías una
buena ayuda en estos tiempos. – Antonin sabía a lo que se refería con eso.
Estaba seguro de que Regulus también estaba enfadado con su hermano, que no
soportaba que se comportase así y que declarara tan abiertamente su apoyo a los
sangre sucia y a la casa Gryffindor. – Deberías hablar con ese chico de allí – dijo
señalando a otro de los invitados a la fiesta, el pequeño de la familia Russell.
– Empezará también este año, siempre es bueno conseguir amigos antes de llegar allí.
– Antonin observó al joven estudiándolo con su mirada, joven rubio de ojos azules,
parecía fácil de engañar. Antonin se despidió de Regulus con un movimiento de cabeza
y se fue hacia el otro.
- Russell – dijo al llegar junto a Michael.
- Dolohov – respondió a su saludo.
- Me han dicho que este año empezarás en Hogwarts, ¿verdad? Quizás podríamos
ayudarnos mutuamente. Tengo planes muy importantes en el colegio y creo que nuestra
amistad nos traerá mucha más cosas positivas que negativas. – Antonin extendió una
mano hacia su futuro compañero de casa. Mike miró a sus padres, que miraban la conversación.
Éstos sabían la importancia de la familia Dolohov y lo bueno que sería para ellos
que las familias se relacionasen.
- Por supuesto, Dolohov – responde tomando su mano y estrechándola – espero
servirte de ayuda. – los dos se miraron a los ojos, en ambos se veía la ambición
y las ganas de que llegase el ansiado día de ver el castillo frente a ellos. Ya
poco faltaba.
Me ha gustado, aunque no me imagino a uno niño de 11 o 12 años hablando así, no me parece muy realista xD No me mates
ResponderEliminarAy, que se me ha olvidado comentarte xDDDDDDDD Pégame. Bueno, vale, no lo hagas. Queeeeeeeeeeee ya sabes que lo leí hace tiempo y que me gustó mucho :3 Es interesante saber sobre el pasado de Antonin. ¡Y esa aparición estelar de mi Mickie! (?) (Nunca lo llames así, lo odio).
ResponderEliminarDsjskkjsjsnssaka hacía tiempo que no leía algo de Antonin :) me ha gustado :3 tenía curiosidad por saber cómo era Antonin antes de entrar a Hogwarts (y ya veo que ni de niño era bueno (?))
ResponderEliminarPero también pienso que se ve raro que un niño de 11 años le hable así a una familia, pensarán que vaya como educan los padres al niño o algo así (?)
Pero el relato está guay :3
¡Besos gigantes, María! :3