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15 de mayo de 2013

El Final (Antonin Dolohov)

Dos puntos de vista de una misma historia. Andi Bitácora y yo hemos creado dos relatos paralelos. Cuentan lo mismo, pero cada uno está desde el punto de vista de uno de los personajes. Da igual el orden en el que los leas, pero si quieres sentir una experiencia completa lo mejor es que os paséis por ambos blogs a leer ambos relatos.

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El bosque está tranquilo, demasiado. Ni siquiera el canto de los pájaros llega a los oídos de Antonin, sólo el tímido sonido del viento. Un par de días antes había recibido una carta de Malfoy advirtiéndole de la resolución del juicio de Karkarov, sucio traidor… Siempre había sido un egoísta, pero Antonin no le había visto nunca capaz de hacer algo así, no le veía capaz de delatar a sus semejantes y ahora se ve obligado a huir a esa pequeña cabaña que los Dolohov poseen en mitad de un bosque del sur de Irlanda.

Recuerda el tiempo en el que era niño y venía a este lugar con sus padres y su hermana. Eran otros tiempos, no había responsabilidades, ni tampoco preocupaciones; sólo diversión, risas y felicidad. En aquella época la cabaña había sido preciosa, la madera parecía brillar, los muebles tenían un aspecto rústico y cuidado… Todo había ido deteriorándose durante los años y ahora la madera está desgastada y rasgada, los muebles han perdido su encanto. Han pasado muchos años desde la última vez que estuvieron aquí.

El poco viento que hay mueve ligeramente el cabello relajándole lo poco que puede relajarse en esa situación. Cierra los ojos. Sabe que ha hecho mal trayéndose a Roxanne. Sabe que en estos momentos estaría más segura con cualquier otro mortífago, sabe que estaría mejor en cualquier sitio que con él. Ellos van tras él, los aurores van tras Antonin y si ven a Roxanne con él… Si ven a Roxanne con él, podría ser terrible para ella.

Sin embargo no puede evitar ser egoísta con respecto a ella. La necesita a su lado, necesita su apoyo, sus abrazos, sus besos, sus caricias… Sin ella no habría motivos para huir, si ella no estuviese no tendría fuerzas para seguir adelante. No tendría un objetivo ahora que todo ha acabado.

- Siento que no sea tan agradable como la casa – dice Antonin intentando aparentar normalidad, no le tiene pensado decir nada de lo que pasa a Roxanne, no quiere que se preocupe y mucho menos que intente defenderle cuando ocurra lo inevitable. – Casi me había olvidado de este sitio. – miro alrededor de forma nostálgica. Ojalá todo fuese tan tranquilo como en otros tiempos. ¿Por qué persiguen a la gente sólo por pensar diferente?
- ¿Y por eso tuvimos que salir corriendo? – dice Roxanne con una sonrisa. Sabe que no lo dice con molestia, sólo quiere saber qué está pasando. No lo puede saber, sin embargo, sería peligroso. – Antonin, ¿ocurre algo? – el chico intentaba apartarle la mirada, aunque nunca había sido capaz de hacerlo demasiado tiempo.
- No, ¡claro que no! – exclama él volviendo a posar su mirada en los oscuros ojos de la chica. Se acerca a ella y le besa la frente con suavidad, intentando ocultar la pena que hay en su interior. Si algunos de sus compañeros le viesen en estos momentos… - Sólo quiero que estés a salvo. – La chica se eleva frente a él y le besa en los labios, momento que él aprovecha para meter algo en el bolsillo trasero de la chica.
- Contigo siempre lo estaré – le contesta ella, dedicándole una sonrisa, y se dirige al dormitorio principal.

Antonin permanece en el salón y acaricia el borde del sofá. Bajo la manga de su brazo derecho se esconde su varita, siempre creyó más rápido usar un accio para llevar la varita de su manga a la mano que sacarla desde la cintura como hacen la mayoría de magos.  Se mueve inquieto, siente que pronto va a ocurrir, puede percibir que algo está pasando… Estos bosques no solían estar tan silenciosos.

De repente y sin razón aparente saca la varita y cierra la puerta con fuerza mediante un hechizo. Ve a Roxanne aparecer de nuevo en el salón.

- ¿Qué ocurre? – pregunta con tono extrañado. Antonin se había puesto de espaldas contra la puerta de entrada a la cabaña. Estaban ahí, estaban llegando y lo sabía.
- ¡Escóndete en la habitación! – Grita el muchacho mirando a Roxanne con voz alarmada y gesto nervioso - ¡ESCÓNDETE!

Ella tarda en reaccionar y él se pone cada vez más nervioso. Roxanne entra dentro de la habitación e intenta cerrar la puerta, pero con las prisas no es capaz de cerrarla del todo. Espero que sea suficiente, piensa Antonin antes de sentir un golpe a sus espaldas. La puerta se abre y el hombre cae hacia delante, escapándosele la varita de sus manos. Ni siquiera puede ver dónde ha caído.

- ¡Estate quieto! – Grita una voz masculina, le resulta extrañamente conocida. – Ayúdame a sujetarlo.

Antonin no está dispuesto a rendirse tan fácil, golpea a uno de los muchachos e intenta escapar yendo hacia el que parece el líder de ellos. Prepara el puño para golpear en el rostro al chico, pero un hechizo le golpea en la espalda y le hace caer de frente sobre el suelo. Siente dolor en su pecho e incluso un poco de humillación. Nota que le atan las manos sobre la espalda. Intenta desasirse pero es imposible, por lo que cesa en sus intentos. También le atan los pies, ¿tanto hace falta para detener a un joven? Sí que deben temerle cuando necesitan atarle así y tres aurores sólo para él. En cierto modo eso le gusta a Antonin, es bueno para su orgullo. Uno de los hombres se había sentado sobre su espalda y otro pisaba su cuello para que no se moviese. Le tienen tumbado de forma que su mirada se dirige hacia la habitación, ve que Roxanne está mirando. No puede mover la cabeza, pero intenta indicarle con su mirada que no haga nada, debe estar quieta y callada. No pueden saber que está ahí.

- Déjalo ya, Carver. – dice el líder de aquel grupo y el hombre que le pisaba el cuello deja de hacerlo, Antonin puede así mirar hacia él. Le conoce bien.
- Andrew Sean Hastings, - dice Antonin mostrando una sonrisa irónica en su rostro. – cuánto tiempo sin verte.
- Sí, seguro que me echabas de menos. – dice el auror apuntándole con la varita. Andrew había tenido algunos lances con Antonin en su época de Hogwarts y no se había olvidado de él. Un corte sangrante aparece en la mejilla izquierda de Antonin.
- Siempre has sido muy valiente, Andrew, necesitas de tres de tus hombres para poder hacerme un pequeño corte en mi rostro. – la sonrisa se mantiene en el rostro de Antonin, aunque no esté en situación de sonreír. – Vas progresando, la última vez ni siquiera me rozaste. – una corta risotada salió de sus labios.
- ¿Dónde está Roxanne? – le pregunta Andrew. Antonin tiene que hacer uso de toda su fuerza de voluntad para no girar la cabeza hacia la habitación.
- ¿Roxanne? No sé, no me suena ninguna Roxanne… - simula estar pensativo – Oh, vale. Roxanne Hastings, tu hermana. – Se muerde el labio. - ¿Sabes? Es una de las mejores tías que me he llevado a la cama, no veas cómo se movía… Una verdadera pena que tuviese que matarla después de hacer lo mismo con tu padre.  – La furia es más que visible en el gesto de Andrew, si estuviese en cualquier otra situación no hubiese dudado en matarle ahí mismo, pero tiene órdenes concretas de llevarlo con vida ante el Wizengamot.
- ¡Nos vamos! – es lo último que ruge Andrew. Antonin echa un último vistazo hacia la habitación, sabe que no la va a volver a ver en mucho tiempo y ni siquiera le ha dado tiempo a despedirse. Lo siguiente que nota es frío, sabe dónde está y sabe que es el lugar donde va a tener que vivir durante los próximos años, posiblemente durante el resto de su vida.

12 de abril de 2013

La Magia del Destino - Parte I (Antonin Dolohov)

10 de julio de 1971, el undécimo cumpleaños de Antonin Dolohov. El chico madrugó aquel día, quería disfrutarlo desde el principio hasta el final, no perderse ni un solo segundo de ese día que era especial para él. El que cumpliese once años marcaba el final de su infancia, el inicio de su nueva vida, pues ésta es la edad que debes cumplir para poder acceder al Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Llevaba todo el año excitado por esta certeza, había obligado a sus padres a ir al Callejón Diagon en marzo para comprar todo lo que necesitaría en su estancia en el colegio, tanto cosas obligatorias como otros añadidos especiales que él quería. Desde que había comprado su túnica, sombrero y varita nueva para ir a Hogwarts no se separaba en ningún momento de estos complementos. Cada día lo vivía como si estuviese en el colegio; se imaginaba metiéndose con algunos Gryffindor, asistiendo a alguna clase o echando alguna de las maldiciones imperdonables a sus enemigos, estaba seguro de que poco tardaría en tenerlos, la envidia es muy mala.

Su madre, Lyra, entró para felicitarle por su cumpleaños, junto a él llegaba el elfo doméstico que traía el desayuno a la cama, era tradición en la mansión de los Dolohov el tomar el desayuno en la cama en sus respectivos cumpleaños. Su padre, Eric, había marchado pronto a trabajar en el ministerio, por lo que no podría felicitarle hasta la fiesta de esa tarde. Termina rápidamente su desayuno y baja al salón del hogar, donde le aguardan algunos paquetes de regalo comprados por sus padres. Va abriendo uno a uno, pero sólo le resulta lo suficientemente agradable la escoba que le regalan; “es el último modelo, el señor de la tienda nos dijo que es la más rápida y ágil del mercado”.

Alguna vez se había imaginado Antonin siendo una estrella del Quidditch, jugar en la liga inglesa y ser aclamado por miles de personas. Para ser sinceros, no se le daba mal el vuelo, pero fallaba bastante a la hora de agarrar las quaffles con las que jugaban su padre y él en el jardín trasero de casa.

Antonin se pasó la mañana jugando con su nueva escoba. Daba vueltas alrededor del jardín y probaba a manejarla a diferentes velocidades, realizando peligrosos giros que hacían que su madre se quedase sin aliento en alguna de ellas, ya que pensaba que su hijo acabaría cayendo al suelo.

El elfo doméstico les preparó un buen banquete para la comida para conmemorar el cumpleaños del chico, cosa que él agradeció lanzándole uno de los huesos que le quedaban como restos a la cabeza, acompañando ese gesto con unas bonitas palabras sobre su inferioridad como elfo y añadiendo que ese hueso sería lo más valioso que podría llevarse a la boca en toda su vida.

Rápidamente llegó la tarde y el momento en el que la fiesta tenía que empezar estaba cerca. Lyra le ordenó que subiese a su habitación para prepararse y él se dirigió hacia allí. Empezó a revolver en el armario hasta que encontró una túnica de gala que le parecía apropiada para esta celebración. Se la puso y se miró en el espejo. Los azules ojos del chico, acompañados por esa sonrisa torcida, le conferían un aspecto un tanto frío, como si estuviese preparado para hacer alguna travesura en cualquier momento. Le gustaba llevar el pelo algo despeinado, por estética, pero en esta ocasión se lo peinó un poco para que pareciese algo más arreglado, la ocasión lo merecía.

A las cuatro y media de la tarde y sin ningún retraso comenzaron a llegar los invitados. Siempre que los Dolohov tenían algo que celebrar organizaban una gran fiesta en la mansión. A la misma acudían importantes personalidades del mundo mágico e incluso se rumoreaba que este año acudiría hasta el mismísimo Ministro de Magia, esto define la importancia de la familia Dolohov dentro del mundo mágico, sobre todo entre los defensores de la pureza de la sangre.

- Buenas tardes, señor y señora Black, ¿cómo está vuestro hijo pequeño? Dicen que os está saliendo rebelde… - comenta Antonin a uno de los recién llegados, es por todos sabido que el joven Sirius Black parece bastante contrario al pensamiento de sus padres, alguna vez les había humillado en alguna celebración del pasado, por eso ya no le llevaban a esos actos. Sin embargo, Regulus sí había acudido a la fiesta, Antonin decidió que más tarde le buscaría para charlar sobre cómo está Hogwarts en estos momentos y pedirle consejo de cara a su primer año en el colegio.

- ¡Señor y señora Hastings! ¿Cómo están? – dijo acercándose a una pareja que rondarían los 50 años. – me cuentan que vuestro hijo sigue con aquella sangre sucia, ¿es cierto? Seguro que sois muy felices en las comidas familiares, ¿no estáis orgullosos de él? – después de decir esto Antonin se alejó de ellos sin darles posibilidad de replicar. Éste era uno de los pasatiempos favoritos de Antonin. Conocía muchos secretos de mucha gente conocida gracias a los buenos contactos que tenían sus padres, por lo que los usaba contra la gente para hacerles rabiar o para que sepan que por esos secretos se encuentran en inferioridad moral cuando están frente a él. Antonin consideraba a su familia como la más importante en la comunidad mágica, el resto de familias tenían algún agujero que intentaban tapar, alguna mancha que intentaban limpiar, pero que siempre volvía a aparecer. Sin embargo, en la familia Dolohov no había habido ningún problema de este tipo hasta el momento y Antonin tenía claro que no iba a ser el primero en manchar su apellido. ‘Dolohov’ tenía que ser recordado siempre por su lealtad y su lucha por la pureza de sangre y tenía que ser temido por aquellos que se les enfrentasen.

Finalmente Antonin se acercó hacia la posición en la que estaba Regulus. El mayor de los Black tenía un aspecto imponente, se veía fácilmente que era la clase de persona que querían sus padres que fuese y que había ganado con el tiempo el respeto de todos sus amigos. Sería una buena ayuda dentro del colegio si todo iba con Antonin esperaba.

- Así que tu undécimo cumpleaños. – dijo Regulus al ver llegar a Antonin. El mayor de ellos tiene en su mano un vaso con algún tipo de bebida. – El año que viene te veré por Hogwarts. Espero verte por Slytherin, serías una buena ayuda en estos tiempos. – Antonin sabía a lo que se refería con eso. Estaba seguro de que Regulus también estaba enfadado con su hermano, que no soportaba que se comportase así y que declarara tan abiertamente su apoyo a los sangre sucia y a la casa Gryffindor. – Deberías hablar con ese chico de allí – dijo señalando a otro de los invitados a la fiesta, el pequeño de la familia Russell. – Empezará también este año, siempre es bueno conseguir amigos antes de llegar allí. – Antonin observó al joven estudiándolo con su mirada, joven rubio de ojos azules, parecía fácil de engañar. Antonin se despidió de Regulus con un movimiento de cabeza y se fue hacia el otro.

- Russell – dijo al llegar junto a Michael.
- Dolohov – respondió a su saludo.
- Me han dicho que este año empezarás en Hogwarts, ¿verdad? Quizás podríamos ayudarnos mutuamente. Tengo planes muy importantes en el colegio y creo que nuestra amistad nos traerá mucha más cosas positivas que negativas. – Antonin extendió una mano hacia su futuro compañero de casa. Mike miró a sus padres, que miraban la conversación. Éstos sabían la importancia de la familia Dolohov y lo bueno que sería para ellos que las familias se relacionasen.
- Por supuesto, Dolohov – responde tomando su mano y estrechándola – espero servirte de ayuda. – los dos se miraron a los ojos, en ambos se veía la ambición y las ganas de que llegase el ansiado día de ver el castillo frente a ellos. Ya poco faltaba.

10 de enero de 2013

El placer de lo inesperado.



No era la primera vez que Antonin Dolohov se quedaba solo en su casa desde que había terminado sus estudios en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, de hecho lo más habitual era que esto ocurriese. Hacía poco que había cumplido los 18 años, la familia había celebrado una gran fiesta en la mansión en la que habían invitado a todos sus amigos… A todos los amigos de sus padres, porque no apareció la única persona a la que a Antonin le hubiese hecho ilusión ver. Las celebraciones en el hogar de los Dolohov siempre eran iguales, se buscaba cualquier excusa para realizarlas y después se invitaban a magos influyentes; mortífagos, gente del ministerio, jugadores de quidditch… Grandes nombres se juntaban en la mansión en cada uno de estos actos. Sus padres siempre le decían a Antonin que tenía que socializar con esta gente, conseguir contactos en todos los lugares, puesto que eso abre puertas.

Sin embargo, Antonin Dolohov ya tenía claro lo que iba a ser de su futuro. Lo había tenido claro desde que hacía un par de años había acabado frente al Señor Tenebroso y éste le había encomendado la misión de liderar a los futuros mortífagos dentro de Hogwarts. Antonin fue el que lideró la operativa que atacó Hogwarts en la fiesta de Halloween del año anterior y que creó el caos y la desconfianza entre el alumnado. Muchos padres retiraron a sus hijos del colegio y esto era lo que los mortífagos buscaban. Lo único que hacía que la moral del bando enemigo se mantuviese alta era Dumbledore, confiaban en que el viejo director de Hogwarts sería capaz de mantener la paz y derrotar al Señor Tenebroso si fuese necesario, tal y como lo había hecho en su momento con Grindelwald. El ataque mortífago había provocado no sólo el temor entre todos, sino también la desconfianza hacia Dumbledore, lo que hacía que la moral del bando contrario se viese muy mermada, ya que se había atacado frente a las narices de su propio líder.

Ese ataque había hecho que el mismísimo Señor Tenebroso felicitase a Antonin por haber hecho bien su trabajo y el mismo le había prometido que si seguía así tendría el futuro asegurado de una u otra forma, ya que conseguiría un puesto importante gracias a su buen hacer dentro de la organización. Por eso a Antonin no le gustaban las grandes celebraciones que se hacían en su hogar, él creía en conseguir las cosas por sí mismo, en ganarse su puesto y ganar sus riquezas y sabía que si continuaba haciéndolo tan bien en los mortífagos, los resultados acabarían llegando.

A partir del momento en el que salió de Hogwarts empezó a trabajar más activamente dentro de la organización, aunque el Señor Tenebroso le había dicho que tendría que tomarse las cosas con calma, que todavía era pronto para que un recién salido del colegio tuviese un puesto de responsabilidades tanto en los mortífagos como en el ministerio. Así pues, tendría que seguir trabajando como lo estaba haciendo durante unos años para, posteriormente, poder realizar cosas realmente importantes, quizás incluso liderar a su propio ejército de magos en la lucha por la liberación del pueblo mago y en contra de los sangre sucias.

Sin embargo, no había misiones cada día. La mayor parte del tiempo lo pasaba solo en su casa. Escribía, leía, entrenaba usando a sus elfos domésticos como sparring… Todo le resultaba demasiado aburrido, no había nada que le motivase en realidad estando en esa casa, lo único que hacía aparte de lo antes dicho era pensar… Pensar que en Hogwarts al menos podía estar pasándoselo bien atacando a otros chicos –los elfos siempre eran demasiado serviciales y no era muy excitante pelear contra ellos– e incluso estando con alguna chica…

Las chicas. Hacía bastante tiempo que no se acostaba con nadie y no porque no tuviese oportunidad, si no porque no sentía ninguna motivación por acostarse un día tras otro con desconocidas. Parecía que algo había cambiado en la mente de Dolohov el día en el que se acostó con Roxanne en Las Tres Escobas. La experiencia había sido inmejorable, la compenetración de ambos cuerpos, de ambas personas había sido algo que nunca podría olvidar y podría decirse casi literalmente que habían saltado chispas entre ambos en aquella ocasión.

Cuando Antonin terminó su vida de colegial, Roxanne se había ido con él. Había vuelto a su casa y había cometido ese paso que para él tanto significó; se convirtió en mortífaga. No había sido fácil para ella conseguirlo, puesto que su padre había traicionado a los mortífagos por ser el primer mago traidor a la sangre en su ilustre familia. La misión por la que tuvo que pasar Roxanne para conseguir la Marca Tenebrosa no fue otra que matar a su propio padre. Lo consiguió, por supuesto, y lo hizo de una forma por la que Antonin se sintió aún más orgulloso de ella y en aquel momento… En aquel momento él le había confesado lo que sentía por ella, le había dicho que la quería.

Tras ello se habían separado durante un tiempo. Roxanne tenía que permanecer escondida hasta que el caso del asesinato de Sean Hastings fuese olvidado. Sin embargo, ellos dos no eran de esos que se esconden y pese a las órdenes directas que venían desde arriba se veían de vez en cuando. Una o dos veces al mes se encontraban en casa de él, ya que no sabía dónde ella estaba escondida.

Hacía apenas un par de semanas desde la última vez que había visto a la chica. El encuentro había sido apasionado, como siempre que los dos se encontraban. Sobraban las palabras, pues el deseo surgido de tanto tiempo de separación estaba por encima de todo lo demás. Habían hecho el amor, se habían unido de la forma más pasional en varias ocasiones y en diversos lugares de la mansión. No les había importado que en ocasiones uno de los elfos domésticos de los Dolohov pasase junto al lugar en el que se estaban besando apasionadamente. Cada vez que los dos se juntaban no había nada más para ellos. Para él sólo existía Roxanne, para ella sólo existía Antonin y podría generarse la mayor batalla de todos los tiempos junto a la mansión, que ellos ni la notarían. Sólo verían los ojos del otro, sólo vivirían para acariciar la piel del otro. Lo único que querrían sería estar juntos.

Antonin estaba mirando por la ventana de su habitación mientras pensaba en todo esto y en ese momento un pequeño ruido a su espalda le hizo volver a la realidad. No necesitó ni girarse para saber qué era lo que tenía a su espalda, inhalar aire una sola vez le hizo aspirar su aroma y embriagarse con él de tal forma que una sonrisa se formó en su rostro. Tragó saliva una vez y se giró mirando a la altura en la que sabía que estaban sus ojos. Ella se había acercado mientras él se giraba y ahora estaban el uno frente al otro. Los brazos de Antonin rodearon la cintura de Roxanne a la vez que los brazos de ella se apoyaban en sus hombros, abrazándolo por el cuello. Con una simple mirada se dijeron todo, no hizo falta decir lo mucho que se habían echado de menos mutuamente, no tenían que decir lo que se querían. No. Simplemente redujeron toda distancia que existía entre ambos y se unieron, una vez más, en un beso apasionado, pero lleno del cariño que el uno al otro se profesaban. Los dedos de Roxanne se movían en la cabeza del chico acariciándola y mezclándose entre su cabello, mientras él movía sus manos en la espalda de ella en unas caricias lentas y bien medidas, preparadas para ejercer el mayor de los placeres en la chica. Una habilidad que la experiencia le había otorgado y que ahora usaba para el mayor propósito que él había tenido nunca, para dar placer a la mujer a la que amaba.

Se separaron unos minutos después y una sonrisa pícara se mostró en el rostro de Roxanne, cosa que él supo descifrar enseguida y por lo que no puso ninguna fuerza en su contra cuando ella le empujó para que cayese sobre la cama. Con rapidez se acercó a él poniéndose de rodillas al borde de la cama. Sus manos fueron rápidas al cierre de sus pantalones y con celeridad desabrochó todos los botones del mismo para quitárselos. El pecho de la chica se movía arriba y abajo por su agitada respiración, cosa provocada por la excitación que sentía en ese momento. Las manos de Roxanne se movieron algo dubitativas sobre el bulto que claramente se veía en los calzoncillos de Antonin. Acarició ahí un poco mirando a los ojos de Antonin, que miraba atento lo que ella hacía. Roxanne se mordió el labio y finalmente tiró de ambos extremos de la ropa interior de él dejando al descubierto su miembro. Lo tomó con una de sus manos y empezó a acariciando arriba y abajo con lentitud.

Antonin empezaba ya a sentir el calor que esas acciones conllevan. Su respiración se volvía más acelerada cada vez que la chica movía la mano en su miembro. Cerró los ojos soltando un pequeño gemido cuando ella lamió con suavidad la punta del miembro que tenía en su mano para después introducirlo en su boca. Movía su cabeza lamiendo a la vez la parte inferior con su lengua acompañando al movimiento de sus labios, haciendo así que el placer que siente él sea aún mayor, tanto que Dolohov incluso tuvo que agarrarse a las sábanas de su cama para intentar tapar más gemidos que luchaban por salir entre los labios de él.

Agarró la mano de la chica unos momentos después y tiró de ella hacia arriba con suavidad. Ella cayó en la cama junto a él y se movieron lo justo para estar cómodos. Antonin volvió a besarla con más pasión que cariño. La erección que en esos momentos tenía hizo que actuase de este modo, ya que la excitación nublaba al resto de sentimientos que corrían por su cuerpo. Rápidamente quitó la blusa que la chica llevaba puesta y comenzó a besar todo su cuerpo. Empezó desde su cintura y subió a través de su torso desnudo hasta la zona de sus pechos, terminando en su cuello, donde se entretenía entre besos y algún mordisco. Roxanne aprovechó estos movimientos para quitar la camiseta de Antonin dejándole completamente desnudo y lanza algún gemido cuando el chico juega con su cuello. Una de las manos de él se movió hacia su cintura y le quita los pantalones, introduciendo después esa mano bajo la ropa interior de ella. Notó la humedad y el calor que emanaba la piel de Roxanne en esta zona y se mordió el labio por lo que el notar esto le provocaba. Buscó la boca de la chica con ansia y volvió a besarla de forma pasional. Ya no eran dos chicos que estuviesen enrollándose, se movían como un solo ser perfecto. Como si sus cuerpos estuviesen creados para mezclarse, para estar juntos y no separarse nunca, aunque por culpa de las situaciones que la vida conlleva no fuese siempre posible.

La mano de Antonin se movía en caricias circulares. Se acercó a donde más placer podría provocar en Roxanne, pero sin llegar a tocar directamente. Esos instantes y movimientos cercanos hacían que ella se volviese loca, puesto que las ganas que tenía de que por fin tocase donde debía tocar hacía que se pusiese más de lo que se hubiese puesto si directamente hubiese atacado al objetivo. Introdujo finalmente dos dedos en su vagina, cosa que hizo que Roxanne lanzase un sonoro gemido de forma casi irremediable. La chica se aferró a la cintura de él intentando no perder el control y sin pensarlo llevó la mano al miembro de él, volviendo a acariciarlo.

Antonin se separó de los labios de la chica con una sonrisa en sus labios y volvió a bajar sus labios por el cuerpo de ella. Soltó su sujetador y empezó a lamer uno de sus pechos, haciendo un recorrido con la punta de su lengua hasta llegar a su pezón, donde se entretuvo más jugueteando con él. Continuó descendiendo en el viaje de placer de su lengua a través del cuerpo de Roxanne hasta que llegó a su entrepierna. Llegados a este punto miró hacia arriba fijándose en los ojos de ella y provocándola con la mirada. Roxanne no pudo evitar morderse el labio a sabiendas de lo que él iba a hacer a continuación y asintió una sola vez indicándole que estaba ansiosa por que empezase.

Antonin introdujo de nuevo un par de dedos en la vagina de ella y su lengua acompañó estos movimientos lamiendo con velocidad y conocimiento en el clítoris. Era evidente que Antonin sabía lo que hacía en estas actividades y sabía perfectamente qué tenía que hacer para llevar a Roxanne al éxtasis. No habían estado muchas veces juntos, no habían hecho el amor demasiadas veces tampoco y, sin embargo, él la conocía como si hubiesen sido pareja desde hace años. De todas formas, esto ocurrió desde casi el principio. Aquella primera vez en Las Tres Escobas había ocurrido casi sin planteárselo y ambos habían disfrutado del sexo como nunca antes lo habían hecho.

El cuerpo de Antonin volvió a ascender hasta colocarse sobre Roxanne estando ya ambos desnudos. Apenas un centímetro separaban un cuerpo y otro y el calor que emanaba de cada uno de ellos era sentido por el otro. Una mano de Antonin acariciaba el costado de la chica y ella rodeó su cuello con sus brazos besándose una vez más. El miembro de Antonin penetró la vagina de Roxanne sin apenas pensarlo ninguno de los dos y comenzó el movimiento de cadera que siempre acompaña este acto. Se acariciaban mutuamente mientras se besaban, mirándose de vez en cuando y sonriendo cada vez que sus ojos se encontraban.

Era innegable que entre ambos había algo más que el simple placer, algo que estaba por encima del simple sexo. Pocas veces hablaban en voz alta de sus sentimientos, pocas veces se mostraban extremadamente cariñosos, pero era evidente lo que había entre ellos. Era evidente que estaban hechos el uno para el otro. La forma en que se miraban, la forma en que se tocaban, el tono con el se dirigían el uno al otro… Todo llevaba al mismo término, todo llegaba a la misma conclusión; Antonin Dolohov y Roxanne Hastings estaban perdidamente enamorados el uno del otro.