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15 de septiembre de 2014

El Ataque

- No puede ser... - decía Scorpius mientras corría hacia su habitación. Sacó el cajón directamente y volcó todo el contenido sobre el suelo. No estaba. El papel no estaba. - Mierda, mierda, mierda. - repitió una y otra vez, lanzando el cajón al suelo. El rumor que había escuchado era verdad. Habían encontrado la casa de los Weasley. La casa de Ron y Hermione. La casa de Rose. Se tiró al suelo, sentándose con la espalda apoyada en su cama y escondiendo la cabeza entre sus piernas. Era su papel. El papel que Rose le había confiado. Sólo con ese papel podía saberse la localización exacta de la casa y le había dicho expresamente que no lo abriese hasta que fuese a verla. Nunca antes. Pero el papel había desaparecido y varias personas -y no personas- pasaban por la mente del rubio como candidatos a haberlos robado.

Se levantó y miró por la ventana para ver varias sombras desaparecer cuando la noche iba cayendo. Tragó saliva, sabía qué tenía que hacer algo rápido, pues no hacerlo podría acarrear consecuencias desastrosas. Agarró una túnica negra de su armario que le cubría el cuerpo entero. Escondió un par de mechones que le caían sobre el rostro -últimamente se había dejado crecer un poco el pelo, aunque a Rose le gustaba- y agarró la varita que reposaba sobre la cómoda. Respiró hondo un par de veces, pues sabía que lo que estaba a punto de hacer podría acabar mal, muy mal. Después desapareció de su habitación.

La gente corría en las calles de Godric's Hollow. Los gritos de los ciudadanos rasgaban el silencio que solía imperar en el pequeño pueblo. Scorpius también corría, aunque lo hacía en contra de la gente. Algunos le gritaban que se diese la vuelta, otros ni siquiera parecían verle. Pronto le llegó el olor a quemado, no quería mirar hacia arriba, aunque podía ver el brillo del fuego sobre el cielo. Se frenó en seco cuando llegó junto a la casa. Un gran agujero hacía en aquel momento las veces de puerta y ese no era el único desperfecto en la estructura del hogar. Varios incendios surgían de diferentes puntos. Por un momento se quedó congelado, no se veía capaz de acercarse más. Tuvo que darse coraje, pensar que era la única manera, que Rose estaba ahí dentro. El mayor reto de toda su vida.

Volvió a correr, esta vez hacia el interior de la casa de los Weasley. El humo no dejaba ver, ni siquiera dejaba respirar. Tuvo que usar un par de hechizos que había aprendido para poder seguir hacia delante. Miraba alrededor, con la cabeza gacha, mientras los mortífagos iban de lado a lado. No podría decir cuántos eran, pero eran más de los que se creía capaz de aguantar. Aún así, no se rendiría.

- ¿Dónde están? - preguntó, con voz fuerte para que no se le reconociese, a un mortífago que pasó a su lado.
- Scabior se está ocupando de los niños. - dijo el hombre. Scorpius no reconoció su voz. - Están en el segundo piso, primera puerta a la derecha. Todavía no encontramos a los traidores de sus padres. Se estarán escondiendo como las ratas que son. - Scorpius podía sentir el odio correr en su interior, se aferró fuerte a su varita y siguió hacia delante antes de hacer cualquier tontería.

Subió de dos en dos los escalones. Seguía escuchando pisadas a la carrera, explosiones, maderas quebrándose... Y frente a él vio la puerta entrecerrada donde debía estar Scabior con Rose y Hugo.

- ...porque vuestros padres nos hicieron daño. Hicieron cosas que no debían. Derrotaron al Señor Oscuro y pensaban que con eso ya está todo hecho. - Scorpius se dedicó a escuchar mientras se acercaba lentamente. Podía escuchar una voz apagada, como si alguien le estuviese tapando la boca a alguien que intentase gritar.

- ¡Expelliarmus! - exclamó entrando en la habitación con la varita apuntando hacia el mortífago, cuya varita salió volando. Scabior intentó recuperar la varita, pero Scorpius fue más rápido y lo derribó con otro hechizo. Miró hacia la izquierda, donde Rose abrazaba a su hermano. Miraba hacia él, sorprendida. Parecía no reconocerle. Mejor por ahora. Tenía que acabar con ese mortífago antes de hacer nada más.

- ¿Quién eres? - gritó, levantándose.
- Estos son míos. - Scorpius intentaba ser autoritario, pero se le notaba su juventud, se le notaba su nerviosismo. - lárgate si no quieres acabar mal.
- ¿Y me vas a obligar tú, niñato? - escupió el mortífago.
- No veo mejor opción por aquí. - otro hechizo salió de la varita de Scorpius, haciendo esta vez que su rival chocase contra la pared, que quedó cubierta de sangre por una herida que le provocó en la parte anterior del cráneo.

Scorpius corrió hacia la varita del mortífago, tomándole en la mano libre, y se acercó a Rose, quitándose por fin la capucha.

- ¡Scorpius! - soltó a Hugo y se levantó para abrazarle fuerte. - Sabía que vendrías. - le susurró, podía escucharla llorar. Era en ese momento cuando estaba soltando toda la tensión que había acumulado.
- Tenemos que salir de aquí. - dijo el chico al separarse. No tenían tiempo que perder.
- ¿Y papá? ¿Y mamá? - a Hugo nunca le había gustado Scorpius, seguramente fuese porque le estaba "quitando" a Rose. Se hizo un silencio incómodo.
- No sé dónde están, no saben dónde están. - dijo Scorpius, recordando lo que le había dicho el mortífago de abajo. - ¿Vuestras varitas?
- El gilipollas ese las rompió. - respondió el pequeño con notable furia en su voz.
- ¡Hugo! - le recriminó ella. Scorpius no pudo hacer otra cosa que sonreír.
- Toma ésta. - puso la varita del mortífago en la mano de Rose. - Y ahora tenemos que ir juntos y atacar en cuanto veamos a alguien. No debemos dudar, sólo podemos atacar. - Scorpius se volvió a poner la capucha. - Ten cuidado... - le susurró a Rose. Casi era un ruego más que un consejo.
- Vamos. - dijo ella, agarrando a su hermano del hombro y apretándole para darle fuerzas.

Primero salió Scorpius, asegurándose de que no había nadie, para que posteriormente saliesen los otros dos.

- Tenemos que buscarles, Scor... - le pidió Rose, poniendo una mano en su cadera. Scorpius sabía que era peligroso, también lo sabía Rose, pero sabían ambos que tampoco tenían otra opción.
- ¡Quietos! - una voz a su derecha, al girarse Scorpius vio una máscara conocida que le hizo dudar un segundo, pero Rose actuó rápido derribando y dejando inconsciente al mortífago.
- ¡Joder! No sé cuántos quedarán. - aunque al principio no parecía que hubiesen ido muchos, pensarían que no necesitaban muchos hombres para esta misión.

Un grito de desesperación, un golpe y una explosión. Todo fue de seguido. Se giró y pudo ver la cara de angustia de los dos. Tuvo que agarrar a Hugo, que estaba a punto de empezar a correr hacia abajo.

- Cuidado. Ahora más que nunca, cuidado. - algo malo ha pasado.

- ¡No está en ningún lado! ¡Sólo estaba él! - al mirar hacia abajo pudo ver un cuerpo en el suelo, se le veía el pelo rojo. Debía ser el padre de Rose y Hugo. Cuatro mortífagos le rodeaban. Estaba claro que no se podía bajar.

- Rose, lo siento... - dijo, sintiendo que se le humedecían los ojos. Sabía que era culpa suya. - Tenemos que irnos, no podemos luchar.
- Pero... - empezó a decir, pero agachó la cabeza. Sabía que Scorpius tenía razón.

- Lo siento. - dijo él, volviendo a abrazarla - De verdad lo siento. - y desaparecieron.

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Relato creado para el concurso de FanFiction de I Solemnly Swear, foro de rol de la Tercera Generación de Harry Potter.

15 de mayo de 2013

El Final (Antonin Dolohov)

Dos puntos de vista de una misma historia. Andi Bitácora y yo hemos creado dos relatos paralelos. Cuentan lo mismo, pero cada uno está desde el punto de vista de uno de los personajes. Da igual el orden en el que los leas, pero si quieres sentir una experiencia completa lo mejor es que os paséis por ambos blogs a leer ambos relatos.

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El bosque está tranquilo, demasiado. Ni siquiera el canto de los pájaros llega a los oídos de Antonin, sólo el tímido sonido del viento. Un par de días antes había recibido una carta de Malfoy advirtiéndole de la resolución del juicio de Karkarov, sucio traidor… Siempre había sido un egoísta, pero Antonin no le había visto nunca capaz de hacer algo así, no le veía capaz de delatar a sus semejantes y ahora se ve obligado a huir a esa pequeña cabaña que los Dolohov poseen en mitad de un bosque del sur de Irlanda.

Recuerda el tiempo en el que era niño y venía a este lugar con sus padres y su hermana. Eran otros tiempos, no había responsabilidades, ni tampoco preocupaciones; sólo diversión, risas y felicidad. En aquella época la cabaña había sido preciosa, la madera parecía brillar, los muebles tenían un aspecto rústico y cuidado… Todo había ido deteriorándose durante los años y ahora la madera está desgastada y rasgada, los muebles han perdido su encanto. Han pasado muchos años desde la última vez que estuvieron aquí.

El poco viento que hay mueve ligeramente el cabello relajándole lo poco que puede relajarse en esa situación. Cierra los ojos. Sabe que ha hecho mal trayéndose a Roxanne. Sabe que en estos momentos estaría más segura con cualquier otro mortífago, sabe que estaría mejor en cualquier sitio que con él. Ellos van tras él, los aurores van tras Antonin y si ven a Roxanne con él… Si ven a Roxanne con él, podría ser terrible para ella.

Sin embargo no puede evitar ser egoísta con respecto a ella. La necesita a su lado, necesita su apoyo, sus abrazos, sus besos, sus caricias… Sin ella no habría motivos para huir, si ella no estuviese no tendría fuerzas para seguir adelante. No tendría un objetivo ahora que todo ha acabado.

- Siento que no sea tan agradable como la casa – dice Antonin intentando aparentar normalidad, no le tiene pensado decir nada de lo que pasa a Roxanne, no quiere que se preocupe y mucho menos que intente defenderle cuando ocurra lo inevitable. – Casi me había olvidado de este sitio. – miro alrededor de forma nostálgica. Ojalá todo fuese tan tranquilo como en otros tiempos. ¿Por qué persiguen a la gente sólo por pensar diferente?
- ¿Y por eso tuvimos que salir corriendo? – dice Roxanne con una sonrisa. Sabe que no lo dice con molestia, sólo quiere saber qué está pasando. No lo puede saber, sin embargo, sería peligroso. – Antonin, ¿ocurre algo? – el chico intentaba apartarle la mirada, aunque nunca había sido capaz de hacerlo demasiado tiempo.
- No, ¡claro que no! – exclama él volviendo a posar su mirada en los oscuros ojos de la chica. Se acerca a ella y le besa la frente con suavidad, intentando ocultar la pena que hay en su interior. Si algunos de sus compañeros le viesen en estos momentos… - Sólo quiero que estés a salvo. – La chica se eleva frente a él y le besa en los labios, momento que él aprovecha para meter algo en el bolsillo trasero de la chica.
- Contigo siempre lo estaré – le contesta ella, dedicándole una sonrisa, y se dirige al dormitorio principal.

Antonin permanece en el salón y acaricia el borde del sofá. Bajo la manga de su brazo derecho se esconde su varita, siempre creyó más rápido usar un accio para llevar la varita de su manga a la mano que sacarla desde la cintura como hacen la mayoría de magos.  Se mueve inquieto, siente que pronto va a ocurrir, puede percibir que algo está pasando… Estos bosques no solían estar tan silenciosos.

De repente y sin razón aparente saca la varita y cierra la puerta con fuerza mediante un hechizo. Ve a Roxanne aparecer de nuevo en el salón.

- ¿Qué ocurre? – pregunta con tono extrañado. Antonin se había puesto de espaldas contra la puerta de entrada a la cabaña. Estaban ahí, estaban llegando y lo sabía.
- ¡Escóndete en la habitación! – Grita el muchacho mirando a Roxanne con voz alarmada y gesto nervioso - ¡ESCÓNDETE!

Ella tarda en reaccionar y él se pone cada vez más nervioso. Roxanne entra dentro de la habitación e intenta cerrar la puerta, pero con las prisas no es capaz de cerrarla del todo. Espero que sea suficiente, piensa Antonin antes de sentir un golpe a sus espaldas. La puerta se abre y el hombre cae hacia delante, escapándosele la varita de sus manos. Ni siquiera puede ver dónde ha caído.

- ¡Estate quieto! – Grita una voz masculina, le resulta extrañamente conocida. – Ayúdame a sujetarlo.

Antonin no está dispuesto a rendirse tan fácil, golpea a uno de los muchachos e intenta escapar yendo hacia el que parece el líder de ellos. Prepara el puño para golpear en el rostro al chico, pero un hechizo le golpea en la espalda y le hace caer de frente sobre el suelo. Siente dolor en su pecho e incluso un poco de humillación. Nota que le atan las manos sobre la espalda. Intenta desasirse pero es imposible, por lo que cesa en sus intentos. También le atan los pies, ¿tanto hace falta para detener a un joven? Sí que deben temerle cuando necesitan atarle así y tres aurores sólo para él. En cierto modo eso le gusta a Antonin, es bueno para su orgullo. Uno de los hombres se había sentado sobre su espalda y otro pisaba su cuello para que no se moviese. Le tienen tumbado de forma que su mirada se dirige hacia la habitación, ve que Roxanne está mirando. No puede mover la cabeza, pero intenta indicarle con su mirada que no haga nada, debe estar quieta y callada. No pueden saber que está ahí.

- Déjalo ya, Carver. – dice el líder de aquel grupo y el hombre que le pisaba el cuello deja de hacerlo, Antonin puede así mirar hacia él. Le conoce bien.
- Andrew Sean Hastings, - dice Antonin mostrando una sonrisa irónica en su rostro. – cuánto tiempo sin verte.
- Sí, seguro que me echabas de menos. – dice el auror apuntándole con la varita. Andrew había tenido algunos lances con Antonin en su época de Hogwarts y no se había olvidado de él. Un corte sangrante aparece en la mejilla izquierda de Antonin.
- Siempre has sido muy valiente, Andrew, necesitas de tres de tus hombres para poder hacerme un pequeño corte en mi rostro. – la sonrisa se mantiene en el rostro de Antonin, aunque no esté en situación de sonreír. – Vas progresando, la última vez ni siquiera me rozaste. – una corta risotada salió de sus labios.
- ¿Dónde está Roxanne? – le pregunta Andrew. Antonin tiene que hacer uso de toda su fuerza de voluntad para no girar la cabeza hacia la habitación.
- ¿Roxanne? No sé, no me suena ninguna Roxanne… - simula estar pensativo – Oh, vale. Roxanne Hastings, tu hermana. – Se muerde el labio. - ¿Sabes? Es una de las mejores tías que me he llevado a la cama, no veas cómo se movía… Una verdadera pena que tuviese que matarla después de hacer lo mismo con tu padre.  – La furia es más que visible en el gesto de Andrew, si estuviese en cualquier otra situación no hubiese dudado en matarle ahí mismo, pero tiene órdenes concretas de llevarlo con vida ante el Wizengamot.
- ¡Nos vamos! – es lo último que ruge Andrew. Antonin echa un último vistazo hacia la habitación, sabe que no la va a volver a ver en mucho tiempo y ni siquiera le ha dado tiempo a despedirse. Lo siguiente que nota es frío, sabe dónde está y sabe que es el lugar donde va a tener que vivir durante los próximos años, posiblemente durante el resto de su vida.

29 de abril de 2013

El martirio del Príncipe Mestizo


- No debes actuar, Severus, tienes que mantenerte al margen. – le dijo Albus. Volvían a estar en el despacho del director de Hogwarts hablando como años atrás, de nuevo el tema era Lily Evans.
- Va tras ellos, Albus, los matará… ¡Va a matarla! – contestó Severus con furia y dolor en su voz. Tragó saliva reprimiendo las ganas de llorar. – Tiene que haber alguna forma, algún modo de salvarla… Tiene que haberlo…
- Es tarde, Severus. Nadie esperaba que él llegase a averiguar su paradero, no había razón para pensar que Sirius traicionaría a sus mejores amigos. – El director puso una mano sobre el hombro de Snape.
- No, pero… Es todo culpa mía, si muere será mi culpa… Yo le hablé sobre la profecía y me escuchó. – El rostro de Snape pareció iluminarse por una idea - ¿Y si yo fuese a hablar con él? Quizás si le explico… Quizás me escuche otra vez.
- Lo único que conseguirás así es que te mate, Severus, no podemos permitirnos perder a alguien como tú. Estás haciendo un trabajo excelente. Estoy seguro de que no harás nada que nos ponga en peligro, Severus, ella no querría que antepusieses su seguridad a la del resto de gente. Ni a la tuya propia. – el gesto severo del director fue tajante y Severus no pudo hacer otra cosa que darse la vuelta e irse del despacho. Pese a que le gustaría salvarla sabía que el director tenía razón, no había forma de hacer que el Señor Tenebroso cambiase de opinión. Iba a matarla a ella y a su marido, iba a matar al crío. Si él intentase ponerse entre ellos, también acabaría muerto.

Severus volvió a su despacho. Estaba frustrado, quería hacer algo por ella, pero sabía que no podía hacer nada. Pagó su frustración con algunos de los objetos que había en el despacho, lanzándolos contra el suelo y haciéndolos añicos. Se sentó en la mesa y suspiró, Lily Evans se iría para siempre.

El antebrazo izquierdo comenzó a arderle. Se levantó la manga para ver cómo la marca parecía activa, sabía a dónde tenía que ir, sabía lo que estaba ocurriendo. Volvió corriendo al despacho de Dumbledore, tenía que avisarle… Seguro que él era capaz de pararle.

Ya no estaba, no obtuvo respuesta cuando llamó a la puerta del despacho. Maldijo para sí mismo y se quedó con la frente pegada a la puerta durante unos instantes. ¿A dónde había ido en un momento como éste? Supuestamente tenía que proteger a los Potter, lo había prometido, pero no estaba… Había preferido irse en un momento como éste.

La marca dejó de arder, lo que significaba que todo había terminado. Snape no quería creérselo, tenía que verlo con sus propios ojos. Sabía dónde estaba la casa, por lo que apareció frente a ella. Estaba destrozada, la mitad del tejado ya no existía y el ambiente olía a muerte. Se le formó un nudo en el estómago conforme se acercaba a la puerta de aquella casa. Empujó la puerta, que estaba medio destrozada, y vio el cadáver de James Potter sobre el suelo.

Avanzó a grandes zancadas por el pasillo de la casa hasta que llegó a la habitación del niño. Antes incluso de llegar vio el rojo pelo de la mujer sobre el suelo y las lágrimas escaparon sin control de los ojos de Snape. No vio nada más, no pudo ver nada más, ni siquiera vio que el niño aún seguía vivo, ni siquiera pensó en lo que eso podría significar. Se agachó en el suelo y acarició el frío rostro de Lily Evans, que descansaba sobre el suelo. ¿Por qué era todo tan injusto? ¿Por qué tenía que morir alguien tan inocente y magnífico como Lily Evans? Y por su culpa, dijeran lo que dijeran nadie le quitaría de la cabeza que era culpa suya la muerte de Lily.

El sonido de una moto le sacó de sus pensamientos. Era, sin ninguna duda, el sonido de la motocicleta voladora de Sirius Black, el traidor. ¿Acaso volvía para cerciorarse de que todo había ido bien y de que ahora los que, supuestamente, eran sus amigos estaban muertos? Snape tuvo que reprimirse el matarle ahí mismo, no podía verle ahí, por lo que se fue apareciendo de nuevo en Hogsmeade, junto a la entrada a Hogwarts. Ahí le esperaba Dumbledore.

- ¿Dónde estabas? ¡Podrías haberla salvado! – dijo señalándole con el dedo índice.
- No se podía hacer nada por ellos, Severus, ¿es verdad que el niño está vivo? – preguntó.
- ¿Qué? No lo sé, no vi… - se quedó pensativo y recordó escuchar un llanto, miró a Albus con los ojos entrecerrados. - ¿Cómo es posible? – lanzó la pregunta al aire, no esperaba respuesta.
- Tengo que irme – y antes de que Snape pudiese decir nada, Albus ya había desaparecido.

20 de noviembre de 2012

Encuentro inesperado

Bonnie miró por la ventana de su habitación una sola vez, no quiso mirar más. Era de noche, más allá de medianoche, y tenía que salir de casa. No era del agrado de la pelirroja salir a esas horas y estar sola por las calles, pero era necesario si quería conseguir lo que necesitaba. Apenas había tenido tiempo libre para charlar con la señora Flowers desde que descubrió que ésta era bruja, pero una vez resuelto el asunto de los kitsune pudieron relajarse un poco más. Tres veces a la semana Bonnie acudía a la Casa de Invitados de la señora Flowers para que la anciana le ayude a controlar mejor sus poderes para así ser capaz de utilizarlos con mayor capacidad y, en especial, para que no pierda el control de sí misma cuando los utiliza en exceso.

En esta ocasión la señora Flowers había dicho a Bonnie que debía acudir al bosque junto a Old Creek para recoger unas plantas a una hora concreta de la noche. Debía ser a esa hora exacta por algo que Bonnie no llegaba a comprender, aunque esperaba entender todo en el futuro. Había que admitir que en este tiempo que llevaba entrenando con ella había mejorado de un modo que antes ni hubiese creído que fuese posible, pero aún tenía miedo de usarlos y eso se notaba en que sus manos temblaban cada vez que iba a realizar algún ritual o hechizo.

Lanzó un pequeño suspiro y se dispuso a salir. Llevaba ropa cómoda, pues tendría que andar mucho. Unos vaqueros y una blusa azul, que tapaba con una chaqueta gruesa para que el frío no hiciese mella en ella. Se puso unas botas de trekking en previsión de que el terreno del bosque estuviese húmedo, ya que anteriormente ese día había estado lloviendo y no era probable que hubiese dado tiempo a que la tierra se secase. Tras ello cogió unas tijeras de poder que le había dado la señora Flowers, para cortar con más precisión las plantas, una bolsa donde guardaría todo lo que recolectase y una linterna, ya que el bosque estaría oscuro.

Enterró su rostro en el cuello de su chaqueta cuando pasó por el umbral de su puerta. No parecía haber un alma por la calle y no estaba segura de si eso la tranquilizaba o, por el contrario, hacía que estuviese más nerviosa. Metió sus manos en los bolsillos y se encogió lo máximo posible, como si intentase que su persona pasase desapercibida en el caso de que se cruzase con alguien. El camino iba a ser largo, ya que había bastante distancia entre el bosque y su casa, pero quería hacerlo en solitario, pues quería empezar a perder ese miedo que siempre iba con ella, quería perder esa etiqueta que tenía en el grupo, ya que sus amigas la trataban como si tuviesen que cuidar de ella en todo momento, como si fuese a romperse con cada cosa que le ocurriese.

Llegó al bosque tras veinte minutos de camino. Las farolas de la carretera no llegaban apenas dentro del bosque, por lo que encendió su linterna y miró hacia el interior del bosque. Todo lo que veía ahí era oscuridad, no parecía haber nada vivo, ni siquiera parecía haber viento. No se oía el ulular de los búhos y lechuzas, ni siquiera se escuchaba el silbido típico del viento contra los árboles. Todo estaba tranquilo y silencioso. Eso ponía nerviosa a Bonnie.

“Vamos Bonnie, tranquila, ya no hay más malach… No va a pasar nada ahí dentro”, pensaba para sí misma al tiempo que empezaba a caminar hacia el interior del bosque. Como anteriormente había supuesto, el suelo estaba embarrado por la lluvia que había estado cayendo durante toda la tarde. Apuntaba al suelo con la linterna mientras caminaba con lentitud, pues el estado del suelo no le daba mucha estabilidad y en varias ocasiones le frenaba.

La luz de la linterna se apagó de repente con un sonoro chasquido que hizo que Bonnie se sobresaltase y lanzase un ahogado grito. Su respiración se alteró e intentó tranquilizarse mientras intentaba que la linterna volviese a encenderse con celeridad. Le daba vueltas y golpecitos para conseguir eso.

Un grito salió de su garganta cuando la luz volvió a encenderse, pues apuntaba directamente al rostro de un chico que había frente a ella. Melena negra, ojos negros. Sus ojos se abrieron por la sorpresa, conocía a ese chico, pero… No era posible, no podía ser que estuviese delante de ella.

- Da… ¿Damon? – preguntó con nerviosismo y sorpresa mirándolo a los ojos. El chico tenía buen aspecto, como había tenido en sus mejores tiempos, era obvio que había estado alimentándose bien. – Tú… Tú habías muerto… - su cabeza daba vueltas, en su interior se formaba una espiral de sentimientos. Quería pegarle por no decir antes qué había sido de él. Quería abrazarle porque le había echado de menos. Quería preguntarle qué había pasado, Elena le había dicho que había caído… Sin embargo seguía ahí, con la linterna apuntando al rostro del chico y quieta, con la sorpresa dibujada en su rostro, aunque se notaba que de un momento a otro podría empezar a llorar.

- ¿No te he dicho siempre que hace falta mucho para acabar conmigo, pajarito de cresta roja? – una sonrisa de suficiencia estaba dibujada en el rostro de Damon. Sus ojos se levantaron y contactaron con la mirada de Bonnie. Los dos se miraron en silencio, pues no hacía falta decir nada. Siempre había habido una conexión especial entre ambos, aunque todo apuntase a que Damon estaba enamorado de Elena. La mano de Damon se movió hasta la de la chica, la que sujetaba la linterna. Un segundo de contacto fue lo único que necesitaron para notar esa chispa que surgía entre ellos cada vez que estaban juntos y a solas. La luz de la linterna iluminaba lo justo para que ambos pudiesen verse el rostro. Inmaculado el de Damon, cansado y emocionado el de Bonnie.

- Damon… ¿dónde has estado? – preguntó ella recortando un poco la distancia que les separaba. La mano de Damon no se había movido de la de ella. La fría piel del vampiro en contacto con la cálida piel de la bruja. Los brazos de ella temblaban, mientras él se mantenía imperturbable, mas fue él el que recortó por completo la distancia haciendo que ambos se fundiesen en un sincero abrazo, un abrazo que llevaban años esperando y nunca se habían atrevido a realizar. Pero ahora estaban ellos solos, el bosque para ellos y sus miradas contactaban, ambos rostros a apenas unos centímetros de distancia, una distancia que se hacía más corta a cada latido del corazón de Bonnie. Ya apenas había distancia entre ellos…

7 de noviembre de 2012

Siriusly Black encounter.

"Avada Kedavra!", the killing curse got out from my wand illuminating the entire place. Two seconds and the man was lying in front of me. Death. A smile appeared in my face in that moment, my mission was accomplished. Anyway, I touched his neck to check if he was really dead, he was. Perfect. I walked away and then disappeared next to some trees, no-one could see me. I appeared again in front of the Malfoy Manor, the house where we did our meetings in those days, only the death eaters could enter there while the war was happening, that wasn't a problem for me. The Dark Lord wasn't at home, as the house elf told me, so I had to call him. I touched the Dark Mark in the left forearm with my wand and in les than ten second the Dark Lord was in front of me. I made a reverence just before I started talking about what happened.

"It has been a very difficult fight, but I have killed Marlene McKinnon and Benjy Fenwick. They were together, I didn't know that those two had a relationship.", I told him with curiosity, but in the moment I raised my look to him I realized that I made a mistake.
"This is not moment for gossip shit", told me angrily. I looked down ashamed, he was right, he was always right. "you have done a good work and you will be rewarded". He put one of his strong hands on my shoulder to do that. He was touching me, I couldn't believe such an honor for someone like me. A simple wizard like me being rewarded and congratulated by the greatest wizard in world history.
"You have another thing to do right now, you have to go looking for Sirius Black. Torture him, kill him... Do whatever you want, but I want to know where Lily and James Potter are. Do not come back until you don't get this information." I agreed with a little movement of my head and right then I went out of the house again and I disappeared to London. I was informed that he was staying at the Leaky Cauldron, the famous pub that marks the frontier between muggle and magic world. I went straight to the manager of the place and I threatened him with my wand. I wanted him to tell me if Sirius Black was upstairs. When he confirmed that information I ran upstairs without any doubt. I needed his head, I needed that information for my Lord.

"Black...", I called him with his surname when I saw him. He turned and when he saw me he took out his wand, pointing it at me. Fuck. "Stupefy", shouted SIrius Black and the spell hit my shoulder, shit."Crucio!". I like the forbidden curses, the feeling of power when you use some of them is the best feeling you can ever feel. Like an orgasm. My curse didn't hit on him either, so I got out from the places I was to be hidden and I shouted: "Where are Lily and James? I know you have them hidden, tell me or die!", another spell hit on me and I fell to the ground. Some seconds later I saw Sirius Black above me. He was a traitor, he betrayed his whole family. The Black family was one of the most important family in our world. All the family was pure blood, the few people who didn't follow this purity was erased from the family one way or another. 
"I will never tell anybody where Lily and James are, NEVER!", he shouted me just before he started to cast a lot of spells. "and this is for Marlene and Benjy". In that moment I felt a cut in my neck and I felt I couldn't breathe. When I touched my neck I felt the blood, that was my last moment. I was dying.