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15 de septiembre de 2014

El Ataque

- No puede ser... - decía Scorpius mientras corría hacia su habitación. Sacó el cajón directamente y volcó todo el contenido sobre el suelo. No estaba. El papel no estaba. - Mierda, mierda, mierda. - repitió una y otra vez, lanzando el cajón al suelo. El rumor que había escuchado era verdad. Habían encontrado la casa de los Weasley. La casa de Ron y Hermione. La casa de Rose. Se tiró al suelo, sentándose con la espalda apoyada en su cama y escondiendo la cabeza entre sus piernas. Era su papel. El papel que Rose le había confiado. Sólo con ese papel podía saberse la localización exacta de la casa y le había dicho expresamente que no lo abriese hasta que fuese a verla. Nunca antes. Pero el papel había desaparecido y varias personas -y no personas- pasaban por la mente del rubio como candidatos a haberlos robado.

Se levantó y miró por la ventana para ver varias sombras desaparecer cuando la noche iba cayendo. Tragó saliva, sabía qué tenía que hacer algo rápido, pues no hacerlo podría acarrear consecuencias desastrosas. Agarró una túnica negra de su armario que le cubría el cuerpo entero. Escondió un par de mechones que le caían sobre el rostro -últimamente se había dejado crecer un poco el pelo, aunque a Rose le gustaba- y agarró la varita que reposaba sobre la cómoda. Respiró hondo un par de veces, pues sabía que lo que estaba a punto de hacer podría acabar mal, muy mal. Después desapareció de su habitación.

La gente corría en las calles de Godric's Hollow. Los gritos de los ciudadanos rasgaban el silencio que solía imperar en el pequeño pueblo. Scorpius también corría, aunque lo hacía en contra de la gente. Algunos le gritaban que se diese la vuelta, otros ni siquiera parecían verle. Pronto le llegó el olor a quemado, no quería mirar hacia arriba, aunque podía ver el brillo del fuego sobre el cielo. Se frenó en seco cuando llegó junto a la casa. Un gran agujero hacía en aquel momento las veces de puerta y ese no era el único desperfecto en la estructura del hogar. Varios incendios surgían de diferentes puntos. Por un momento se quedó congelado, no se veía capaz de acercarse más. Tuvo que darse coraje, pensar que era la única manera, que Rose estaba ahí dentro. El mayor reto de toda su vida.

Volvió a correr, esta vez hacia el interior de la casa de los Weasley. El humo no dejaba ver, ni siquiera dejaba respirar. Tuvo que usar un par de hechizos que había aprendido para poder seguir hacia delante. Miraba alrededor, con la cabeza gacha, mientras los mortífagos iban de lado a lado. No podría decir cuántos eran, pero eran más de los que se creía capaz de aguantar. Aún así, no se rendiría.

- ¿Dónde están? - preguntó, con voz fuerte para que no se le reconociese, a un mortífago que pasó a su lado.
- Scabior se está ocupando de los niños. - dijo el hombre. Scorpius no reconoció su voz. - Están en el segundo piso, primera puerta a la derecha. Todavía no encontramos a los traidores de sus padres. Se estarán escondiendo como las ratas que son. - Scorpius podía sentir el odio correr en su interior, se aferró fuerte a su varita y siguió hacia delante antes de hacer cualquier tontería.

Subió de dos en dos los escalones. Seguía escuchando pisadas a la carrera, explosiones, maderas quebrándose... Y frente a él vio la puerta entrecerrada donde debía estar Scabior con Rose y Hugo.

- ...porque vuestros padres nos hicieron daño. Hicieron cosas que no debían. Derrotaron al Señor Oscuro y pensaban que con eso ya está todo hecho. - Scorpius se dedicó a escuchar mientras se acercaba lentamente. Podía escuchar una voz apagada, como si alguien le estuviese tapando la boca a alguien que intentase gritar.

- ¡Expelliarmus! - exclamó entrando en la habitación con la varita apuntando hacia el mortífago, cuya varita salió volando. Scabior intentó recuperar la varita, pero Scorpius fue más rápido y lo derribó con otro hechizo. Miró hacia la izquierda, donde Rose abrazaba a su hermano. Miraba hacia él, sorprendida. Parecía no reconocerle. Mejor por ahora. Tenía que acabar con ese mortífago antes de hacer nada más.

- ¿Quién eres? - gritó, levantándose.
- Estos son míos. - Scorpius intentaba ser autoritario, pero se le notaba su juventud, se le notaba su nerviosismo. - lárgate si no quieres acabar mal.
- ¿Y me vas a obligar tú, niñato? - escupió el mortífago.
- No veo mejor opción por aquí. - otro hechizo salió de la varita de Scorpius, haciendo esta vez que su rival chocase contra la pared, que quedó cubierta de sangre por una herida que le provocó en la parte anterior del cráneo.

Scorpius corrió hacia la varita del mortífago, tomándole en la mano libre, y se acercó a Rose, quitándose por fin la capucha.

- ¡Scorpius! - soltó a Hugo y se levantó para abrazarle fuerte. - Sabía que vendrías. - le susurró, podía escucharla llorar. Era en ese momento cuando estaba soltando toda la tensión que había acumulado.
- Tenemos que salir de aquí. - dijo el chico al separarse. No tenían tiempo que perder.
- ¿Y papá? ¿Y mamá? - a Hugo nunca le había gustado Scorpius, seguramente fuese porque le estaba "quitando" a Rose. Se hizo un silencio incómodo.
- No sé dónde están, no saben dónde están. - dijo Scorpius, recordando lo que le había dicho el mortífago de abajo. - ¿Vuestras varitas?
- El gilipollas ese las rompió. - respondió el pequeño con notable furia en su voz.
- ¡Hugo! - le recriminó ella. Scorpius no pudo hacer otra cosa que sonreír.
- Toma ésta. - puso la varita del mortífago en la mano de Rose. - Y ahora tenemos que ir juntos y atacar en cuanto veamos a alguien. No debemos dudar, sólo podemos atacar. - Scorpius se volvió a poner la capucha. - Ten cuidado... - le susurró a Rose. Casi era un ruego más que un consejo.
- Vamos. - dijo ella, agarrando a su hermano del hombro y apretándole para darle fuerzas.

Primero salió Scorpius, asegurándose de que no había nadie, para que posteriormente saliesen los otros dos.

- Tenemos que buscarles, Scor... - le pidió Rose, poniendo una mano en su cadera. Scorpius sabía que era peligroso, también lo sabía Rose, pero sabían ambos que tampoco tenían otra opción.
- ¡Quietos! - una voz a su derecha, al girarse Scorpius vio una máscara conocida que le hizo dudar un segundo, pero Rose actuó rápido derribando y dejando inconsciente al mortífago.
- ¡Joder! No sé cuántos quedarán. - aunque al principio no parecía que hubiesen ido muchos, pensarían que no necesitaban muchos hombres para esta misión.

Un grito de desesperación, un golpe y una explosión. Todo fue de seguido. Se giró y pudo ver la cara de angustia de los dos. Tuvo que agarrar a Hugo, que estaba a punto de empezar a correr hacia abajo.

- Cuidado. Ahora más que nunca, cuidado. - algo malo ha pasado.

- ¡No está en ningún lado! ¡Sólo estaba él! - al mirar hacia abajo pudo ver un cuerpo en el suelo, se le veía el pelo rojo. Debía ser el padre de Rose y Hugo. Cuatro mortífagos le rodeaban. Estaba claro que no se podía bajar.

- Rose, lo siento... - dijo, sintiendo que se le humedecían los ojos. Sabía que era culpa suya. - Tenemos que irnos, no podemos luchar.
- Pero... - empezó a decir, pero agachó la cabeza. Sabía que Scorpius tenía razón.

- Lo siento. - dijo él, volviendo a abrazarla - De verdad lo siento. - y desaparecieron.

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Relato creado para el concurso de FanFiction de I Solemnly Swear, foro de rol de la Tercera Generación de Harry Potter.

29 de abril de 2013

El martirio del Príncipe Mestizo


- No debes actuar, Severus, tienes que mantenerte al margen. – le dijo Albus. Volvían a estar en el despacho del director de Hogwarts hablando como años atrás, de nuevo el tema era Lily Evans.
- Va tras ellos, Albus, los matará… ¡Va a matarla! – contestó Severus con furia y dolor en su voz. Tragó saliva reprimiendo las ganas de llorar. – Tiene que haber alguna forma, algún modo de salvarla… Tiene que haberlo…
- Es tarde, Severus. Nadie esperaba que él llegase a averiguar su paradero, no había razón para pensar que Sirius traicionaría a sus mejores amigos. – El director puso una mano sobre el hombro de Snape.
- No, pero… Es todo culpa mía, si muere será mi culpa… Yo le hablé sobre la profecía y me escuchó. – El rostro de Snape pareció iluminarse por una idea - ¿Y si yo fuese a hablar con él? Quizás si le explico… Quizás me escuche otra vez.
- Lo único que conseguirás así es que te mate, Severus, no podemos permitirnos perder a alguien como tú. Estás haciendo un trabajo excelente. Estoy seguro de que no harás nada que nos ponga en peligro, Severus, ella no querría que antepusieses su seguridad a la del resto de gente. Ni a la tuya propia. – el gesto severo del director fue tajante y Severus no pudo hacer otra cosa que darse la vuelta e irse del despacho. Pese a que le gustaría salvarla sabía que el director tenía razón, no había forma de hacer que el Señor Tenebroso cambiase de opinión. Iba a matarla a ella y a su marido, iba a matar al crío. Si él intentase ponerse entre ellos, también acabaría muerto.

Severus volvió a su despacho. Estaba frustrado, quería hacer algo por ella, pero sabía que no podía hacer nada. Pagó su frustración con algunos de los objetos que había en el despacho, lanzándolos contra el suelo y haciéndolos añicos. Se sentó en la mesa y suspiró, Lily Evans se iría para siempre.

El antebrazo izquierdo comenzó a arderle. Se levantó la manga para ver cómo la marca parecía activa, sabía a dónde tenía que ir, sabía lo que estaba ocurriendo. Volvió corriendo al despacho de Dumbledore, tenía que avisarle… Seguro que él era capaz de pararle.

Ya no estaba, no obtuvo respuesta cuando llamó a la puerta del despacho. Maldijo para sí mismo y se quedó con la frente pegada a la puerta durante unos instantes. ¿A dónde había ido en un momento como éste? Supuestamente tenía que proteger a los Potter, lo había prometido, pero no estaba… Había preferido irse en un momento como éste.

La marca dejó de arder, lo que significaba que todo había terminado. Snape no quería creérselo, tenía que verlo con sus propios ojos. Sabía dónde estaba la casa, por lo que apareció frente a ella. Estaba destrozada, la mitad del tejado ya no existía y el ambiente olía a muerte. Se le formó un nudo en el estómago conforme se acercaba a la puerta de aquella casa. Empujó la puerta, que estaba medio destrozada, y vio el cadáver de James Potter sobre el suelo.

Avanzó a grandes zancadas por el pasillo de la casa hasta que llegó a la habitación del niño. Antes incluso de llegar vio el rojo pelo de la mujer sobre el suelo y las lágrimas escaparon sin control de los ojos de Snape. No vio nada más, no pudo ver nada más, ni siquiera vio que el niño aún seguía vivo, ni siquiera pensó en lo que eso podría significar. Se agachó en el suelo y acarició el frío rostro de Lily Evans, que descansaba sobre el suelo. ¿Por qué era todo tan injusto? ¿Por qué tenía que morir alguien tan inocente y magnífico como Lily Evans? Y por su culpa, dijeran lo que dijeran nadie le quitaría de la cabeza que era culpa suya la muerte de Lily.

El sonido de una moto le sacó de sus pensamientos. Era, sin ninguna duda, el sonido de la motocicleta voladora de Sirius Black, el traidor. ¿Acaso volvía para cerciorarse de que todo había ido bien y de que ahora los que, supuestamente, eran sus amigos estaban muertos? Snape tuvo que reprimirse el matarle ahí mismo, no podía verle ahí, por lo que se fue apareciendo de nuevo en Hogsmeade, junto a la entrada a Hogwarts. Ahí le esperaba Dumbledore.

- ¿Dónde estabas? ¡Podrías haberla salvado! – dijo señalándole con el dedo índice.
- No se podía hacer nada por ellos, Severus, ¿es verdad que el niño está vivo? – preguntó.
- ¿Qué? No lo sé, no vi… - se quedó pensativo y recordó escuchar un llanto, miró a Albus con los ojos entrecerrados. - ¿Cómo es posible? – lanzó la pregunta al aire, no esperaba respuesta.
- Tengo que irme – y antes de que Snape pudiese decir nada, Albus ya había desaparecido.

12 de abril de 2013

La Magia del Destino - Parte I (Antonin Dolohov)

10 de julio de 1971, el undécimo cumpleaños de Antonin Dolohov. El chico madrugó aquel día, quería disfrutarlo desde el principio hasta el final, no perderse ni un solo segundo de ese día que era especial para él. El que cumpliese once años marcaba el final de su infancia, el inicio de su nueva vida, pues ésta es la edad que debes cumplir para poder acceder al Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Llevaba todo el año excitado por esta certeza, había obligado a sus padres a ir al Callejón Diagon en marzo para comprar todo lo que necesitaría en su estancia en el colegio, tanto cosas obligatorias como otros añadidos especiales que él quería. Desde que había comprado su túnica, sombrero y varita nueva para ir a Hogwarts no se separaba en ningún momento de estos complementos. Cada día lo vivía como si estuviese en el colegio; se imaginaba metiéndose con algunos Gryffindor, asistiendo a alguna clase o echando alguna de las maldiciones imperdonables a sus enemigos, estaba seguro de que poco tardaría en tenerlos, la envidia es muy mala.

Su madre, Lyra, entró para felicitarle por su cumpleaños, junto a él llegaba el elfo doméstico que traía el desayuno a la cama, era tradición en la mansión de los Dolohov el tomar el desayuno en la cama en sus respectivos cumpleaños. Su padre, Eric, había marchado pronto a trabajar en el ministerio, por lo que no podría felicitarle hasta la fiesta de esa tarde. Termina rápidamente su desayuno y baja al salón del hogar, donde le aguardan algunos paquetes de regalo comprados por sus padres. Va abriendo uno a uno, pero sólo le resulta lo suficientemente agradable la escoba que le regalan; “es el último modelo, el señor de la tienda nos dijo que es la más rápida y ágil del mercado”.

Alguna vez se había imaginado Antonin siendo una estrella del Quidditch, jugar en la liga inglesa y ser aclamado por miles de personas. Para ser sinceros, no se le daba mal el vuelo, pero fallaba bastante a la hora de agarrar las quaffles con las que jugaban su padre y él en el jardín trasero de casa.

Antonin se pasó la mañana jugando con su nueva escoba. Daba vueltas alrededor del jardín y probaba a manejarla a diferentes velocidades, realizando peligrosos giros que hacían que su madre se quedase sin aliento en alguna de ellas, ya que pensaba que su hijo acabaría cayendo al suelo.

El elfo doméstico les preparó un buen banquete para la comida para conmemorar el cumpleaños del chico, cosa que él agradeció lanzándole uno de los huesos que le quedaban como restos a la cabeza, acompañando ese gesto con unas bonitas palabras sobre su inferioridad como elfo y añadiendo que ese hueso sería lo más valioso que podría llevarse a la boca en toda su vida.

Rápidamente llegó la tarde y el momento en el que la fiesta tenía que empezar estaba cerca. Lyra le ordenó que subiese a su habitación para prepararse y él se dirigió hacia allí. Empezó a revolver en el armario hasta que encontró una túnica de gala que le parecía apropiada para esta celebración. Se la puso y se miró en el espejo. Los azules ojos del chico, acompañados por esa sonrisa torcida, le conferían un aspecto un tanto frío, como si estuviese preparado para hacer alguna travesura en cualquier momento. Le gustaba llevar el pelo algo despeinado, por estética, pero en esta ocasión se lo peinó un poco para que pareciese algo más arreglado, la ocasión lo merecía.

A las cuatro y media de la tarde y sin ningún retraso comenzaron a llegar los invitados. Siempre que los Dolohov tenían algo que celebrar organizaban una gran fiesta en la mansión. A la misma acudían importantes personalidades del mundo mágico e incluso se rumoreaba que este año acudiría hasta el mismísimo Ministro de Magia, esto define la importancia de la familia Dolohov dentro del mundo mágico, sobre todo entre los defensores de la pureza de la sangre.

- Buenas tardes, señor y señora Black, ¿cómo está vuestro hijo pequeño? Dicen que os está saliendo rebelde… - comenta Antonin a uno de los recién llegados, es por todos sabido que el joven Sirius Black parece bastante contrario al pensamiento de sus padres, alguna vez les había humillado en alguna celebración del pasado, por eso ya no le llevaban a esos actos. Sin embargo, Regulus sí había acudido a la fiesta, Antonin decidió que más tarde le buscaría para charlar sobre cómo está Hogwarts en estos momentos y pedirle consejo de cara a su primer año en el colegio.

- ¡Señor y señora Hastings! ¿Cómo están? – dijo acercándose a una pareja que rondarían los 50 años. – me cuentan que vuestro hijo sigue con aquella sangre sucia, ¿es cierto? Seguro que sois muy felices en las comidas familiares, ¿no estáis orgullosos de él? – después de decir esto Antonin se alejó de ellos sin darles posibilidad de replicar. Éste era uno de los pasatiempos favoritos de Antonin. Conocía muchos secretos de mucha gente conocida gracias a los buenos contactos que tenían sus padres, por lo que los usaba contra la gente para hacerles rabiar o para que sepan que por esos secretos se encuentran en inferioridad moral cuando están frente a él. Antonin consideraba a su familia como la más importante en la comunidad mágica, el resto de familias tenían algún agujero que intentaban tapar, alguna mancha que intentaban limpiar, pero que siempre volvía a aparecer. Sin embargo, en la familia Dolohov no había habido ningún problema de este tipo hasta el momento y Antonin tenía claro que no iba a ser el primero en manchar su apellido. ‘Dolohov’ tenía que ser recordado siempre por su lealtad y su lucha por la pureza de sangre y tenía que ser temido por aquellos que se les enfrentasen.

Finalmente Antonin se acercó hacia la posición en la que estaba Regulus. El mayor de los Black tenía un aspecto imponente, se veía fácilmente que era la clase de persona que querían sus padres que fuese y que había ganado con el tiempo el respeto de todos sus amigos. Sería una buena ayuda dentro del colegio si todo iba con Antonin esperaba.

- Así que tu undécimo cumpleaños. – dijo Regulus al ver llegar a Antonin. El mayor de ellos tiene en su mano un vaso con algún tipo de bebida. – El año que viene te veré por Hogwarts. Espero verte por Slytherin, serías una buena ayuda en estos tiempos. – Antonin sabía a lo que se refería con eso. Estaba seguro de que Regulus también estaba enfadado con su hermano, que no soportaba que se comportase así y que declarara tan abiertamente su apoyo a los sangre sucia y a la casa Gryffindor. – Deberías hablar con ese chico de allí – dijo señalando a otro de los invitados a la fiesta, el pequeño de la familia Russell. – Empezará también este año, siempre es bueno conseguir amigos antes de llegar allí. – Antonin observó al joven estudiándolo con su mirada, joven rubio de ojos azules, parecía fácil de engañar. Antonin se despidió de Regulus con un movimiento de cabeza y se fue hacia el otro.

- Russell – dijo al llegar junto a Michael.
- Dolohov – respondió a su saludo.
- Me han dicho que este año empezarás en Hogwarts, ¿verdad? Quizás podríamos ayudarnos mutuamente. Tengo planes muy importantes en el colegio y creo que nuestra amistad nos traerá mucha más cosas positivas que negativas. – Antonin extendió una mano hacia su futuro compañero de casa. Mike miró a sus padres, que miraban la conversación. Éstos sabían la importancia de la familia Dolohov y lo bueno que sería para ellos que las familias se relacionasen.
- Por supuesto, Dolohov – responde tomando su mano y estrechándola – espero servirte de ayuda. – los dos se miraron a los ojos, en ambos se veía la ambición y las ganas de que llegase el ansiado día de ver el castillo frente a ellos. Ya poco faltaba.

10 de enero de 2013

El placer de lo inesperado.



No era la primera vez que Antonin Dolohov se quedaba solo en su casa desde que había terminado sus estudios en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, de hecho lo más habitual era que esto ocurriese. Hacía poco que había cumplido los 18 años, la familia había celebrado una gran fiesta en la mansión en la que habían invitado a todos sus amigos… A todos los amigos de sus padres, porque no apareció la única persona a la que a Antonin le hubiese hecho ilusión ver. Las celebraciones en el hogar de los Dolohov siempre eran iguales, se buscaba cualquier excusa para realizarlas y después se invitaban a magos influyentes; mortífagos, gente del ministerio, jugadores de quidditch… Grandes nombres se juntaban en la mansión en cada uno de estos actos. Sus padres siempre le decían a Antonin que tenía que socializar con esta gente, conseguir contactos en todos los lugares, puesto que eso abre puertas.

Sin embargo, Antonin Dolohov ya tenía claro lo que iba a ser de su futuro. Lo había tenido claro desde que hacía un par de años había acabado frente al Señor Tenebroso y éste le había encomendado la misión de liderar a los futuros mortífagos dentro de Hogwarts. Antonin fue el que lideró la operativa que atacó Hogwarts en la fiesta de Halloween del año anterior y que creó el caos y la desconfianza entre el alumnado. Muchos padres retiraron a sus hijos del colegio y esto era lo que los mortífagos buscaban. Lo único que hacía que la moral del bando enemigo se mantuviese alta era Dumbledore, confiaban en que el viejo director de Hogwarts sería capaz de mantener la paz y derrotar al Señor Tenebroso si fuese necesario, tal y como lo había hecho en su momento con Grindelwald. El ataque mortífago había provocado no sólo el temor entre todos, sino también la desconfianza hacia Dumbledore, lo que hacía que la moral del bando contrario se viese muy mermada, ya que se había atacado frente a las narices de su propio líder.

Ese ataque había hecho que el mismísimo Señor Tenebroso felicitase a Antonin por haber hecho bien su trabajo y el mismo le había prometido que si seguía así tendría el futuro asegurado de una u otra forma, ya que conseguiría un puesto importante gracias a su buen hacer dentro de la organización. Por eso a Antonin no le gustaban las grandes celebraciones que se hacían en su hogar, él creía en conseguir las cosas por sí mismo, en ganarse su puesto y ganar sus riquezas y sabía que si continuaba haciéndolo tan bien en los mortífagos, los resultados acabarían llegando.

A partir del momento en el que salió de Hogwarts empezó a trabajar más activamente dentro de la organización, aunque el Señor Tenebroso le había dicho que tendría que tomarse las cosas con calma, que todavía era pronto para que un recién salido del colegio tuviese un puesto de responsabilidades tanto en los mortífagos como en el ministerio. Así pues, tendría que seguir trabajando como lo estaba haciendo durante unos años para, posteriormente, poder realizar cosas realmente importantes, quizás incluso liderar a su propio ejército de magos en la lucha por la liberación del pueblo mago y en contra de los sangre sucias.

Sin embargo, no había misiones cada día. La mayor parte del tiempo lo pasaba solo en su casa. Escribía, leía, entrenaba usando a sus elfos domésticos como sparring… Todo le resultaba demasiado aburrido, no había nada que le motivase en realidad estando en esa casa, lo único que hacía aparte de lo antes dicho era pensar… Pensar que en Hogwarts al menos podía estar pasándoselo bien atacando a otros chicos –los elfos siempre eran demasiado serviciales y no era muy excitante pelear contra ellos– e incluso estando con alguna chica…

Las chicas. Hacía bastante tiempo que no se acostaba con nadie y no porque no tuviese oportunidad, si no porque no sentía ninguna motivación por acostarse un día tras otro con desconocidas. Parecía que algo había cambiado en la mente de Dolohov el día en el que se acostó con Roxanne en Las Tres Escobas. La experiencia había sido inmejorable, la compenetración de ambos cuerpos, de ambas personas había sido algo que nunca podría olvidar y podría decirse casi literalmente que habían saltado chispas entre ambos en aquella ocasión.

Cuando Antonin terminó su vida de colegial, Roxanne se había ido con él. Había vuelto a su casa y había cometido ese paso que para él tanto significó; se convirtió en mortífaga. No había sido fácil para ella conseguirlo, puesto que su padre había traicionado a los mortífagos por ser el primer mago traidor a la sangre en su ilustre familia. La misión por la que tuvo que pasar Roxanne para conseguir la Marca Tenebrosa no fue otra que matar a su propio padre. Lo consiguió, por supuesto, y lo hizo de una forma por la que Antonin se sintió aún más orgulloso de ella y en aquel momento… En aquel momento él le había confesado lo que sentía por ella, le había dicho que la quería.

Tras ello se habían separado durante un tiempo. Roxanne tenía que permanecer escondida hasta que el caso del asesinato de Sean Hastings fuese olvidado. Sin embargo, ellos dos no eran de esos que se esconden y pese a las órdenes directas que venían desde arriba se veían de vez en cuando. Una o dos veces al mes se encontraban en casa de él, ya que no sabía dónde ella estaba escondida.

Hacía apenas un par de semanas desde la última vez que había visto a la chica. El encuentro había sido apasionado, como siempre que los dos se encontraban. Sobraban las palabras, pues el deseo surgido de tanto tiempo de separación estaba por encima de todo lo demás. Habían hecho el amor, se habían unido de la forma más pasional en varias ocasiones y en diversos lugares de la mansión. No les había importado que en ocasiones uno de los elfos domésticos de los Dolohov pasase junto al lugar en el que se estaban besando apasionadamente. Cada vez que los dos se juntaban no había nada más para ellos. Para él sólo existía Roxanne, para ella sólo existía Antonin y podría generarse la mayor batalla de todos los tiempos junto a la mansión, que ellos ni la notarían. Sólo verían los ojos del otro, sólo vivirían para acariciar la piel del otro. Lo único que querrían sería estar juntos.

Antonin estaba mirando por la ventana de su habitación mientras pensaba en todo esto y en ese momento un pequeño ruido a su espalda le hizo volver a la realidad. No necesitó ni girarse para saber qué era lo que tenía a su espalda, inhalar aire una sola vez le hizo aspirar su aroma y embriagarse con él de tal forma que una sonrisa se formó en su rostro. Tragó saliva una vez y se giró mirando a la altura en la que sabía que estaban sus ojos. Ella se había acercado mientras él se giraba y ahora estaban el uno frente al otro. Los brazos de Antonin rodearon la cintura de Roxanne a la vez que los brazos de ella se apoyaban en sus hombros, abrazándolo por el cuello. Con una simple mirada se dijeron todo, no hizo falta decir lo mucho que se habían echado de menos mutuamente, no tenían que decir lo que se querían. No. Simplemente redujeron toda distancia que existía entre ambos y se unieron, una vez más, en un beso apasionado, pero lleno del cariño que el uno al otro se profesaban. Los dedos de Roxanne se movían en la cabeza del chico acariciándola y mezclándose entre su cabello, mientras él movía sus manos en la espalda de ella en unas caricias lentas y bien medidas, preparadas para ejercer el mayor de los placeres en la chica. Una habilidad que la experiencia le había otorgado y que ahora usaba para el mayor propósito que él había tenido nunca, para dar placer a la mujer a la que amaba.

Se separaron unos minutos después y una sonrisa pícara se mostró en el rostro de Roxanne, cosa que él supo descifrar enseguida y por lo que no puso ninguna fuerza en su contra cuando ella le empujó para que cayese sobre la cama. Con rapidez se acercó a él poniéndose de rodillas al borde de la cama. Sus manos fueron rápidas al cierre de sus pantalones y con celeridad desabrochó todos los botones del mismo para quitárselos. El pecho de la chica se movía arriba y abajo por su agitada respiración, cosa provocada por la excitación que sentía en ese momento. Las manos de Roxanne se movieron algo dubitativas sobre el bulto que claramente se veía en los calzoncillos de Antonin. Acarició ahí un poco mirando a los ojos de Antonin, que miraba atento lo que ella hacía. Roxanne se mordió el labio y finalmente tiró de ambos extremos de la ropa interior de él dejando al descubierto su miembro. Lo tomó con una de sus manos y empezó a acariciando arriba y abajo con lentitud.

Antonin empezaba ya a sentir el calor que esas acciones conllevan. Su respiración se volvía más acelerada cada vez que la chica movía la mano en su miembro. Cerró los ojos soltando un pequeño gemido cuando ella lamió con suavidad la punta del miembro que tenía en su mano para después introducirlo en su boca. Movía su cabeza lamiendo a la vez la parte inferior con su lengua acompañando al movimiento de sus labios, haciendo así que el placer que siente él sea aún mayor, tanto que Dolohov incluso tuvo que agarrarse a las sábanas de su cama para intentar tapar más gemidos que luchaban por salir entre los labios de él.

Agarró la mano de la chica unos momentos después y tiró de ella hacia arriba con suavidad. Ella cayó en la cama junto a él y se movieron lo justo para estar cómodos. Antonin volvió a besarla con más pasión que cariño. La erección que en esos momentos tenía hizo que actuase de este modo, ya que la excitación nublaba al resto de sentimientos que corrían por su cuerpo. Rápidamente quitó la blusa que la chica llevaba puesta y comenzó a besar todo su cuerpo. Empezó desde su cintura y subió a través de su torso desnudo hasta la zona de sus pechos, terminando en su cuello, donde se entretenía entre besos y algún mordisco. Roxanne aprovechó estos movimientos para quitar la camiseta de Antonin dejándole completamente desnudo y lanza algún gemido cuando el chico juega con su cuello. Una de las manos de él se movió hacia su cintura y le quita los pantalones, introduciendo después esa mano bajo la ropa interior de ella. Notó la humedad y el calor que emanaba la piel de Roxanne en esta zona y se mordió el labio por lo que el notar esto le provocaba. Buscó la boca de la chica con ansia y volvió a besarla de forma pasional. Ya no eran dos chicos que estuviesen enrollándose, se movían como un solo ser perfecto. Como si sus cuerpos estuviesen creados para mezclarse, para estar juntos y no separarse nunca, aunque por culpa de las situaciones que la vida conlleva no fuese siempre posible.

La mano de Antonin se movía en caricias circulares. Se acercó a donde más placer podría provocar en Roxanne, pero sin llegar a tocar directamente. Esos instantes y movimientos cercanos hacían que ella se volviese loca, puesto que las ganas que tenía de que por fin tocase donde debía tocar hacía que se pusiese más de lo que se hubiese puesto si directamente hubiese atacado al objetivo. Introdujo finalmente dos dedos en su vagina, cosa que hizo que Roxanne lanzase un sonoro gemido de forma casi irremediable. La chica se aferró a la cintura de él intentando no perder el control y sin pensarlo llevó la mano al miembro de él, volviendo a acariciarlo.

Antonin se separó de los labios de la chica con una sonrisa en sus labios y volvió a bajar sus labios por el cuerpo de ella. Soltó su sujetador y empezó a lamer uno de sus pechos, haciendo un recorrido con la punta de su lengua hasta llegar a su pezón, donde se entretuvo más jugueteando con él. Continuó descendiendo en el viaje de placer de su lengua a través del cuerpo de Roxanne hasta que llegó a su entrepierna. Llegados a este punto miró hacia arriba fijándose en los ojos de ella y provocándola con la mirada. Roxanne no pudo evitar morderse el labio a sabiendas de lo que él iba a hacer a continuación y asintió una sola vez indicándole que estaba ansiosa por que empezase.

Antonin introdujo de nuevo un par de dedos en la vagina de ella y su lengua acompañó estos movimientos lamiendo con velocidad y conocimiento en el clítoris. Era evidente que Antonin sabía lo que hacía en estas actividades y sabía perfectamente qué tenía que hacer para llevar a Roxanne al éxtasis. No habían estado muchas veces juntos, no habían hecho el amor demasiadas veces tampoco y, sin embargo, él la conocía como si hubiesen sido pareja desde hace años. De todas formas, esto ocurrió desde casi el principio. Aquella primera vez en Las Tres Escobas había ocurrido casi sin planteárselo y ambos habían disfrutado del sexo como nunca antes lo habían hecho.

El cuerpo de Antonin volvió a ascender hasta colocarse sobre Roxanne estando ya ambos desnudos. Apenas un centímetro separaban un cuerpo y otro y el calor que emanaba de cada uno de ellos era sentido por el otro. Una mano de Antonin acariciaba el costado de la chica y ella rodeó su cuello con sus brazos besándose una vez más. El miembro de Antonin penetró la vagina de Roxanne sin apenas pensarlo ninguno de los dos y comenzó el movimiento de cadera que siempre acompaña este acto. Se acariciaban mutuamente mientras se besaban, mirándose de vez en cuando y sonriendo cada vez que sus ojos se encontraban.

Era innegable que entre ambos había algo más que el simple placer, algo que estaba por encima del simple sexo. Pocas veces hablaban en voz alta de sus sentimientos, pocas veces se mostraban extremadamente cariñosos, pero era evidente lo que había entre ellos. Era evidente que estaban hechos el uno para el otro. La forma en que se miraban, la forma en que se tocaban, el tono con el se dirigían el uno al otro… Todo llevaba al mismo término, todo llegaba a la misma conclusión; Antonin Dolohov y Roxanne Hastings estaban perdidamente enamorados el uno del otro.

7 de noviembre de 2012

Siriusly Black encounter.

"Avada Kedavra!", the killing curse got out from my wand illuminating the entire place. Two seconds and the man was lying in front of me. Death. A smile appeared in my face in that moment, my mission was accomplished. Anyway, I touched his neck to check if he was really dead, he was. Perfect. I walked away and then disappeared next to some trees, no-one could see me. I appeared again in front of the Malfoy Manor, the house where we did our meetings in those days, only the death eaters could enter there while the war was happening, that wasn't a problem for me. The Dark Lord wasn't at home, as the house elf told me, so I had to call him. I touched the Dark Mark in the left forearm with my wand and in les than ten second the Dark Lord was in front of me. I made a reverence just before I started talking about what happened.

"It has been a very difficult fight, but I have killed Marlene McKinnon and Benjy Fenwick. They were together, I didn't know that those two had a relationship.", I told him with curiosity, but in the moment I raised my look to him I realized that I made a mistake.
"This is not moment for gossip shit", told me angrily. I looked down ashamed, he was right, he was always right. "you have done a good work and you will be rewarded". He put one of his strong hands on my shoulder to do that. He was touching me, I couldn't believe such an honor for someone like me. A simple wizard like me being rewarded and congratulated by the greatest wizard in world history.
"You have another thing to do right now, you have to go looking for Sirius Black. Torture him, kill him... Do whatever you want, but I want to know where Lily and James Potter are. Do not come back until you don't get this information." I agreed with a little movement of my head and right then I went out of the house again and I disappeared to London. I was informed that he was staying at the Leaky Cauldron, the famous pub that marks the frontier between muggle and magic world. I went straight to the manager of the place and I threatened him with my wand. I wanted him to tell me if Sirius Black was upstairs. When he confirmed that information I ran upstairs without any doubt. I needed his head, I needed that information for my Lord.

"Black...", I called him with his surname when I saw him. He turned and when he saw me he took out his wand, pointing it at me. Fuck. "Stupefy", shouted SIrius Black and the spell hit my shoulder, shit."Crucio!". I like the forbidden curses, the feeling of power when you use some of them is the best feeling you can ever feel. Like an orgasm. My curse didn't hit on him either, so I got out from the places I was to be hidden and I shouted: "Where are Lily and James? I know you have them hidden, tell me or die!", another spell hit on me and I fell to the ground. Some seconds later I saw Sirius Black above me. He was a traitor, he betrayed his whole family. The Black family was one of the most important family in our world. All the family was pure blood, the few people who didn't follow this purity was erased from the family one way or another. 
"I will never tell anybody where Lily and James are, NEVER!", he shouted me just before he started to cast a lot of spells. "and this is for Marlene and Benjy". In that moment I felt a cut in my neck and I felt I couldn't breathe. When I touched my neck I felt the blood, that was my last moment. I was dying.

21 de junio de 2012

Ergo - Parte 2


- El traslador está en el callejón de detrás del hotel - indicó Stef, que ya caminaba tomando la mano de Sophie, a la vez que ésta miraba de reojo hacia donde yo estaba. Un balón de fútbol pinchado nos esperaba en ese callejón, todos lo tocamos y en cinco segundos ya nos estábamos moviendo a nuestro destino, Londres. Estábamos detrás del  Centro de Exposiciones y Convenciones de Londres, ya que era ahí donde tocaríamos esa noche. Llevábamos los instrumentos y todo lo que necesitábamos en una mochila, en la que habíamos usado un hechizo para ampliar su interior. Miré mi reloj, la llegada de Ryo estaba prevista para media tarde, horas antes del concierto, para la prueba de sonido. Quedaban aproximadamente treinta minutos. 

Entramos en la sala donde haríamos nuestra actuación y comenzamos a montar sin descansar un instante hasta que por fin tuvimos el escenario dispuesto para nuestra actuación, un micrófono en mitad del escenario, el mío, a mi izquierda la guitarra de Stef, a mi derecha Sergei en el bajo y detrás en el centro en una plataforma Sam con la batería y en un lado los teclados de Sophie. Todo estaba preparado, sólo tardamos una hora en montar todo, todo un record teniendo en cuenta que no pudimos usar magia por la presencia de muggles. 

Ryo todavía no había llegado. Probé mi guitarra para ajustar el sonido y lo mismo con el micrófono después. Tras esto me fui al camerino para llamarla. “El teléfono al que llama está apagado o fuera de cobertura”. Era raro, ya debería estar aquí, pero ni siquiera tenía el teléfono operativo. Tal vez el vuelo llegase con retraso. Decidí no preocuparme de momento. Me bajé a la zona de la mesa de mezclas para escuchar desde ahí cómo sonaba todo en conjunto. El grupo tocó una canción mientras yo escuchaba desde ahí dándole vueltas al móvil en mi mano. No quería preocuparme, pero aún así debía haber llegado hacía bastante tiempo y aún no estaba ahí.

Una vez hubimos terminado la prueba de sonido salimos del lugar donde daríamos el concierto para hacer tiempo. La mayoría de grupos importantes tenía personas a su cargo para las pruebas de sonido, pero nosotros preferíamos hacerlo por nosotros mismos porque una vez hechas las pruebas nosotros sabíamos que no íbamos a llevarnos ninguna sorpresa a la hora de tocar con fallos de sonido o algo por el estilo. Volví a sacar el teléfono y pulsé una tecla para que se iluminase, eran las siete de la tarde y apenas quedaban tres horas para el inicio de nuestro concierto, antes de nosotros tocaría un grupo alemán que haría de teloneros. Chasqueé la lengua y volví a meter el teléfono en el bolsillo, noté como Sophie se acercaba a mí y se ponía a mi lado mientras caminábamos por las calles de Londres. La miré de reojo y pude observar la preocupación en su mirada.

- ¿Estás bien, Demian? – se atrevió a preguntar a la vez que sus mejillas se tornaban a un color ligeramente rosáceo. Sabía que todavía se acordaba de lo del día anterior, como para olvidarlo… Seguro que se preguntaría si para mí había significado lo mismo que para ella, aunque sabía cómo era yo y que cuando me acostaba con alguien no es porque quisiese ir en serio con esa persona, al menos no habitualmente. Pasé un brazo por los hombros de la chica y la acerqué a mí, en el grupo éramos todos muy cercanos por lo que hacer esto no era nada raro y no podría malinterpretarlo Stef.

- No pasa nada, Soph – dije mostrándole una vez más mi sonrisa, esa sonrisa por la que la noche anterior había caído en mi juego. – Es sólo que anoche estuve con una chica y quería agradecerle el rato agradable que pasamos invitándola al concierto, pero ahora no puedo contactar con ella. – pude ver como en su rostro se formaba una mueca de desaprobación. No le gustaba que me acostase con chicas al azar, pero no estaba seguro si le desagradaba por lo que sentía por mí o porque se preocupaba por mí. También es posible que lo hiciese por ambas cosas.

- ¿Estás preocupado por ella? – preguntó la teclista, a lo que simplemente asentí. Cuando invitaba a un concierto al siguiente día a una chica, que no es algo que hiciese habitualmente, ésta siempre acudía a la cita, porque estaba deseando ver por segunda vez al chico de sus sueños, el hombre con el que había soñado tantas veces. No hacía otra cosa que darles la satisfacción de seguir con su sueño, por ello no entendía por qué no podía ponerme en contacto con ella.

Llegamos a un bar en el que no había mucha gente, bastante cerca del Centro de Convenciones, pero lo suficientemente lejos para que no hubiese ningún fan pesado que nos molestase. La charla fue totalmente cordial, hablábamos de cualquier cosa, aunque no de música. Cuando charlábamos en un bar tomando unas cervezas preferíamos no hablar de trabajo y centrarnos más en los otros placeres de la vida. De vez en cuando pasaba por ahí algún fan, nos teníamos que sacar una foto y hablábamos con ellos, con cuatro palabras se quedaban contentos.

- ¿Qué, Demian? – Empezó a decir Stef en tono jocoso - ¿La chica de ayer te ha dejado plantado? – se puso a reír y le miré con algo de rencor. Miré de nuevo el móvil en el que seguía sin haber ningún tipo de aviso porque alguien hubiese contactado conmigo.

- Cállate, Stef. Si quisiese no necesitaría a nadie teniendo a Sophie. – reí yo en esta ocasión y vi en el rostro del chico como había ganado en esta ocasión la batalla dialéctica, siempre andábamos con piques así. En ese momento el teléfono comenzó a sonar y me levanté algo sorprendido. En la pantalla aparecía su nombre, sonreí y me levanté del asiento yéndome a un lado para no molestar.

- Ryo, ya pensaba que no vendrías, ¿dónde estás? – pregunté con un tono agradable.
- Demian… Lo siento, llegué a Londres pero me ha surgido algo en la ciudad, más tarde te llamo, ¿vale? – el tono de su voz me resultó extraño, sin embargo parecía sincera, por lo que simplemente suspiré y afirmé que no pasaba nada antes de colgar. Quizás después del concierto podríamos vernos. Miré la hora, ya eran las ocho de la tarde, teníamos que ir ya hacia el sitio.

Nos levantamos del lugar y el silencio se hizo entre nosotros. Siempre que teníamos un concierto por delante y a pocas horas nos quedábamos en silencio, puesto que aunque llevásemos varios años en esto los nervios nunca se terminaban. Cuando esos sentimientos se terminasen antes de un concierto significaría que ya no sentíamos lo mismo a la hora de tocar y enfrentarnos a miles de personas sobre el escenario. Ese sería el momento de dejar la música.

Cuando llegamos al backstage los teloneros ya habían empezado a tocar, quizás había sido eso demasiado poco decoroso por nuestra parte. Nos quedamos en el backstage, donde se escuchaba perfectamente la música de nuestros teloneros. Hacían un rock comercial, algo que no me gustaba mucho, pero al parecer al público sí, porque se escuchaban muchos gritos. El organizador del evento sabría mejor que yo qué vendría bien para llenar el sitio y para tener al público preparado para nosotros.

Poco tiempo pasaba desde las nueve de la noche cuando el concierto de estos terminó y llegaron al backstage. Los felicitamos por su gran concierto y nos preparamos. Cada uno cogió su instrumento mientras los técnicos colocaban bien las cosas en el escenario, nos acercamos todos en el centro de la salita donde nos encontrábamos para darnos los últimos ánimos.

- Vamos a pasarlo bien. ¡Tenemos que hacer de este concierto algo que recuerden toda su vida! – dije a todos mis compañeros y ellos contestaron con un sonoro y rotundo “¡Sí!”. Las primeras notas de la introducción instrumental comenzaron a sonar y los nervios cada vez se hacían más palpables. Me movía de lado a lado del backstage con nerviosismo, esperando. Poco a poco cada uno de los del grupo iba saliendo. Los primeros fueron Sophie y Sam, puesto que tenían el instrumento fijo en el escenario. Las luces se movían por el escenario de una forma estudiada, en ciertos momentos de la introducción se soltaba algún tipo de espectáculo pirotécnico. La introducción concluyó, unos golpes en la batería y Stef y Sergei salieron al escenario con el primer riff de la canción y justo antes de empezar a cantar era cuando entraba yo y el público se volvía loco. Nuestro metal duro, metalcore, lo pasábamos bien y liberábamos mucha tensión. ¿Los nervios de antes del concierto? Se disipaba en cuanto salíamos al escenario.

Dos horas y media de concierto antes de volver al backstage una vez finalizado. Se veían sonrisas en todos nuestros rostros, lo que significaba que el concierto había ido genial. Dejamos los instrumentos en sus sitios y nos abrazamos todos felicitándonos por lo bien que lo habíamos hecho.

En ese momento volvió a sonar el teléfono.

En la pantalla volvía a poner Ryo.

- ¡Ryo! ¡Vaya conciertazo que te has perdido! – exclamé en cuanto respondí a la llamada, pero al otro lado del teléfono no estaba ella.
- Demian, Ryo no puede ponerse. Creo que no va a poder comunicarse contigo en bastante tiempo, eso depende de ti.

20 de junio de 2012

Ergo - Parte 1


Un nuevo día comenzaba y el sol entraba por fin entre las cortinas de la habitación. Eran las 6 de la mañana y, como solía ocurrir, me desperté con una mujer junto a mí que, como en múltiples ocasiones, era una total desconocida. Me levanté de la cama y me dirigí hacia el gran espejo del hotel muggle en el que me encontraba. Mi pelo lucía brillante, negro como la noche, con una lisa melena que me alcanzaba a los hombros y me la peiné como pude entrelazando los pelos con mis dedos. 
- Demian… - escuché detrás de mí en una voz tan suave que no era mayor que un susurro. La mujer con la que me había acostado aquella noche acababa de despertarse, era una mujer asiática, con un largo pelo negro. Se levantó y vino hacia mí para abrazarme. Mi cuerpo, musculoso, trabajado tras largas horas de gimnasio, se estremeció una pizca al sentir ese abrazo, al sentir su piel pegada a la mía. Sonreí y besé sus labios. Cuando se separó de mí pude fijarme en su cuerpo con mejor detalle, ya que no recordaba apenas la noche anterior. Era un poco más baja que yo, no estaba delgada, ni le sobraban kilos, tal como a mí me gustaba, un trasero redondeado y unos pechos no muy grandes. Pese al alcohol había elegido bien, cosa que no siempre pasaba.
- Ryo - dije al recordar por fin su nombre. Había sido tras el concierto de la noche anterior en el teatro mágico de Edimburgo, lleno absoluto. Los conciertos eran estimulantes, pero los fuegos mágicos que había comprado en el Emporio Weasley los hacían aún más espectaculares. Mi grupo, Ergo, habíamos empezado ensayando en un pequeño garaje de barrio y ahora tocábamos en teatros y grandes estadios. Éramos cuatro chicos, Sam era el que más aspecto de rockero tenía, larga melena rubia hasta la cintura y siempre vestía con todo el cuero que podía, incluyendo brazales de pinchos. Él tocaba la batería, el bajo corría a cargo de Sergei, un chico ruso que había conocido en Hogwarts, era el único de mi edad (20 años). A la guitarra rítmica estaba Stef, amigo de la infancia de Sam, era uno de los mejores magos que había conocido nunca, aunque tenía un defecto, fue a Gryffindor. La única mujer de nuestro grupo se encargaba de los teclados, Sophie, de origen francés. Estaba saliendo con Stef, pero estaba perdidamente enamorada de mí. En cuanto a mí, era guitarra solista a la vez que cantante, prácticamente me llevaba todas las miradas y eso me encantaba.
- ¿Has pasado buena noche? -le pregunté. Habían pasado cinco años de la muerte de el-que-no-debe-ser-nombrado en Hogwarts y desde entonces todo había ido muy tranquilo, ni un ataque, pocos asesinatos y todos resueltos.
- Sí, ahora tengo que irme -comentó la mujer - ¿Volveré a verte? - en su gesto se pudo ver preocupación, podía ver en ella lo que veía en muchas otras en los conciertos, esa admiración, ese deseo. Pero en ésta había algo más que me provocaba curiosidad.
- Estate atenta a tu móvil, puedes llevarte una sorpresa. -sonreí. Años atrás el uso de móviles entre magos estaba mal visto, pero poco a poco fue abriéndose paso en el mercado mágico y ahora mismo no había mago que no tuviese uno. Se vistió con una camiseta negra ajustada que realzaba sus pechos y una falda corta, le daba el aspecto que tenían los personajes en las series de animación japonesas. Antes de salir se acercó a mí y me dio un intenso beso que me dejó con ganas de más.
De nuevo me encontraba solo en la habitación, en la contigua se escuchaban ruidos, eran Sophie y Stef, parecían estar divirtiéndose. Sonreí y encendí la televisión, noticias, fútbol, noticias, más fútbol... La televisión muggle era siempre igual, por lo que la apagué. Me tumbé en la cama mirando hacia el techo y solté un suspiro. Tenía 20 años y ya había hecho todo lo que una persona podría esperar de su vida. Tenía dinero, tenía fama, tenía sexo… Había ayudado en la Batalla de Hogwarts, aunque no había participado en la primera línea. Pero sentía que me faltaba algo, ¿el qué? Poco después volví a quedarme dormido sumido en esos pensamientos.
Me desperté unas horas después al escuchar que llamaban a la puerta. Era Sophie, que entró sin darme tiempo a permitirle el acceso. Seguía en ropa interior, por lo que se me antojó un poco incómoda la situación, sabiendo lo que ella sentía por mí. Nada más entrar me miró de forma bastante descarada, paseando su mirada desde mi pecho hasta mis piernas, deteniéndose al final en la zona más íntima de mi cuerpo durante unos cinco segundos hasta que finalmente me miró a la cara para decir lo que había venido a decirme.
- Eh,  Demian - su voz sonaba tímida, no esperaba encontrarme en esa situación - en med… en media hora tenemos que salir a… a Londres, al concierto de esta noche, prepárate y… y eso… - sonreí, me divertía la situación. Alcé una ceja de forma provocativa y me levanté hacia ella, la tenía hipnotizada. Seguí sonriendo hasta que alcancé la puerta y eché el pestillo para que nadie desde fuera pudiese abrirla. Entonces me acerqué a ella, siempre de forma provocativa, hasta que estuve a pocos centímetros de tocarla. Era más o menos de mi altura, tal vez algo más baja, pero podíamos mirarnos a los ojos prácticamente a una misma altura. Podía sentir su respiración acelerándose por momentos y como sus piernas comenzaban a temblar ligeramente.
- Venga, sé que lo estás deseando - provoqué una sonrisa en mi rostro y tomé su mano llevándola a mi torso desnudo, haciendo que me acariciase. Pocos segundos después la dejé libre y siguió acariciando de forma autómata, miraba lo que hacía. Aproveché ese momento y tomé su rostro entre mis manos para besarla de forma apasionada, introduje mi lengua entre sus labios rozando la punta de la suya, hasta que la movió y entrelazamos nuestras lenguas en ese beso.
Fui llevándola hacia atrás hasta que chocamos con la cama, fue entonces cuando cayó de espaldas sobre la misma y yo sobre ella. Mi mano se introdujo en el interior de la camisa blanca que llevaba y toqué su cuerpo, era la primera vez que actuaba con ella de esa forma, probablemente sería la última, pero haría que no lo olvidase nunca. Fui desabrochando uno a uno los botones de su camisa, de abajo a arriba, hasta que quedó su sujetador a la vista. Le quité la camisa del todo y la lancé lejos, entonces llevé una de mis manos a su espalda y con un par de movimientos le quité el sujetador, que tomó el mismo camino que había tomado la camisa anteriormente.
La situación fue tornándose cada vez más caliente, y terminamos con una larga experiencia sexual, llegamos una hora tarde al lugar de reunión con el resto del grupo. A Sophie se le veía algo cortada, en cambio yo continuaba como si nada hubiese pasado.
- Tengo que hacer una llamada - dije alejándome un poco del grupo, saqué mi teléfono y comencé a buscar en la agenda un teléfono, en la ‘R’, Ryo. Lo miré un instante, dubitativo en si hacer o no lo que tenía pensado, y finalmente pulsé el botón verde de llamada. Un tono, dos tonos, tres tonos…
- ¿Quién es? - se escuchó su voz a través del auricular.
- Hola Ryo, soy Demian, de Ergo. Me preguntaste si volveríamos a vernos, si quieres podemos vernos esta misma noche en Londres, tendrás un billete de avión en el aeropuerto para que vayas hasta allí y allí te estará esperando un chófer que te llevará en limusina hasta el lugar del concierto, donde tendrás acceso al backstage y podremos estar hablando juntos y, si quieres, podemos volver a pasar la noche juntos. 

Y sin dejarla contestar, colgué.

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Escrito en abril de 2011.